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LOS AGACHADOS.

No cabe duda que bien se dice que “a cada quien le llega su tiempo” y de que “a cada quien el tiempo lo pone en su justa dimensión”, esta es la realidad lapidaria del patético dirigente del Comité Directivo Estatal del PAN, Rafael Micalco, a quien los tiempos político – electorales le fueron fatales y su ambición de conservar su supuesta fuerza política en el interior de este instituto político se desmoronó. Tal vez el principal afectado de esta realidad, no sea el principal aspirante de este partido para contender por la gobernatura del Estado como muchos agoreros pretenden señalar, sino el fantasma del gran elector, aquel a quien desde el centro mismo del poder estatal le convenía tener una sana y siempre manipulable relación en las antesalas de los pasillos de gobernación con la gris dirigencia estatal del blanquiazul para así despachar a sus anchas dos procesos electorales que los dejaron completamente en la lona. Esta es quizás la realidad de quien detenta las riendas del poder, de un Gobernador para quien la política es su principal dote y para quien la salida de Micalco de la dirigencia estatal por su gris presencia nada conviene en la operación electoral de su sucesión.

Ahora toca el turno a los pansitas, sobre todo a sus principales liderazgos - si es que son capaces de hacer a un lado sus intereses personales – de hacer el recuento de los daños y recomponer la magnitud de la deplorable gestión de Rafael Micalco (aquellos que en su momento lo llevaron al poder ahora lo mancillan seguramente por su falta de talento político), en donde el snobismo de vender la idea redentora de un cambio de actitud con impulsar la carrera del ultraderechista joven Juan Carlos Mondragón no parecer ser la mejor solución a su problema de ausencia de liderazgos.

La negociación cupular, los consensos y la proyección a un nuevo y renovado partido político será la primera tarea de aquel que sea capaz de convocar a la unidad de un partido que pareciera estar completamente desfigurado y aniquilado; de un instituto político que pareciera tener una carencia total de imaginación, que se alejó no sólo de sus principios sino de su militancia y que hasta la fecha no ha sido capaz de formar y abrir espacios a nuevos liderazgos en su interior; un partido que además, tendrá que sopesar con la difícil situación económica que atraviesa el Gobierno Calderonista, el mismo que no ha sido capaz de orientar un proyecto real y diferente en sus tres años de gestión, con tal de seducir el voto de los poblanos; un partido que pareciera estar avejentado y corrompido, y en donde la arrogancia, la falta de dialogo y el empeño que tienen sus cúpulas en designar a lacayos obsecuentes, como el caso de Bernardo Arrubarena y ahora el de Juan Carlos Mondragón, en vez de hombres y mujeres críticos, proposititos y con un nuevo perfil que bien podría emanar del interior del Estado, seguirá siendo la única marca personal de la ultraderecha poblana con tal de perpetuarse en el poder.

He ahí el reto que deja el notable abogado José Paolí Bolio tras su renuncia a la militancia a este instituto político y que bien aplica para el caso poblano, el PAN ha dejado de ser un instrumento para el servicio de los ciudadanos, en donde las decisiones no se toman por la militancia, sino bajo la presión de grupos que sólo ambicionan el poder para saciar sus interese personales; realidad que tendrá que cambiar si de verdad pretenden ganar la elección del 2010 y para lo cual el tiempo es fatal. La cita a su sesión extraordinaria el 10 de octubre, será la antesala para determinar si es que los panistas de verdad quieren y tienen la capacidad de ganar el proceso electoral de la sucesión gubernamental y exaltar aún más la expectativa de cambio que vivimos los poblanos.

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