El 19 de Septiembre marca ya un antes y un después para comprender la dimensión de la movilización social y la acción colectiva orientada a las virtudes humanitarias de la unidad, la sinergia y el sentido de solidaridad. La juventud despertó de su letargo, se remango las mangas y salió del aislamiento y comodidad de sus redes sociales para levantar a México de entre los escombros y darle un suspiro de esperanza. La tarde del 19 de septiembre llamó a la unidad y a la movilización juvenil ante la desgracia, su liderazgo ha sido el principal factor para que la tragedia no escalara a dimensiones insospechadas. La juventud maximizó su talento y, su fortaleza se convirtió en la entereza que tendió la mano al desvalido para brindarle consuelo. Un movimiento diferente por sus compontes, alimentado por el hastió y cansancio hacia nuestra torpe clase gobernante, deja de lado la hipótesis de tener una generación perdida, subestimada entre la crisis de la realidad y las ex
A la memoria de aquellas mujeres, A las que como sociedad hemos fallado por prejuicios insanos. Indignación, sí, por supuesto y no es para menos. La muerte de Mara Castilla – como la de muchas otras mujeres – en las condiciones y circunstancias en que acontecieron los hechos es indignante, al igual que intolerable es aceptar que sujetos con la mínima decencia atenten contra la dignidad, la integridad y la vida de las personas por un vulgar deseo insano, despreciando la vida y atentando contra las normas mínimas del comportamiento social. Sí, nos preciamos de ser una sociedad libre, “moderna”, una sociedad en la que en apariencia la tolerancia y respeto a la mujer es un principio que se aprende desde la infancia. Sin embargo, pese a la progresividad de nuestra sociedad, en la que se ha pugnado por alcanzar condiciones más amplias de igualdad y estereotipos de género indeterminado aún dista en la práctica por garantizar la plena igualdad, per