Mientras la gente cuenta leyendas, los
literatos fantasean, los opinólogos futurean, así se construye la narrativa de
nuestros políticos y gobernantes, una clase sui géneris poco asertiva, que va
de vaivén en vaivén, de la diatriba a la redención del “mundo feliz” de Huxley
como una evasión alucinante de su realidad, una realidad mundana que dista de
lo sutil.
Sí, México está cansado, cansado de los
agravios, del cinismo y de dinámicas de funcionamiento inaceptables de nuestros
gobernantes; quizás debamos aceptar que nuestro sistema colapso.
A decir del
filósofo coreano Byung-Chul Han, éste [el sistema] “un día cansado se puso a ladrar” para intentar
cuando menos evolucionar a través de la potencia de las redes sociales.
Lo visto en las últimas semanas evidencia
una cosa: la política no reforzará su credibilidad si ella sigue plagada de
mediocridad. Las caretas han caído, al grado que los escándalos de corrupción
son más frecuentes y ofensivos.
Tomemos aquí algunas reflexiones del
consultor español Rafael Jiménez Asencio, quien afirma lo siguiente:
el talento de la sociedad no está en la política. La mediocridad invade sus
filas, con excepciones siempre notables. No es un mal hispano, sino general.
Pero hay que tomar nota. Hay que hacer apuntes ante la aparente perdida de la
vigencia del contrato social.
Un contrato que a decir del genio de
Facebook, Mark Zuckerber, está agotado. Por tanto debamos aceptar que nuestro
tiempo no es el tiempo de la fatalidad sino el tiempo para libremente equivocarnos,
para reconocer con humildad los denuestos y los errores, para iniciar con urgencia un proceso de exfoliación.
¿Cuál es la lógica de un mandatario tan
cuestionado por actos de corrupción de su más cercanos? ¿Qué lógica tiene – más
allá de lo mediático – que el presidente de un partido pretenda abanderar la
lucha contra la corrupción al ser exhibido como un corrupto más del sistema?
¿Qué lógica tiene el reduccionismo mesiánico del eterno candidato
vanagloriándose de sencillez y honestidad, haciendo apología de su persona con recursos públicos? ¿Cómo no indignarse por el
desvío de millones de pesos a través de universidades públicas, evidenciado por
Mexicanos contra la Corrupción y Pájaro Político en el reportaje #LaEstafaMaestra? – Todos sin excepción se duelen del mismo
pecado, la miseria de la deshonestidad.
Cómo por tanto presentarse con la cara
aseada cuando su imagen e integridad es ya deleznable. Frágil frente a un mundo efímero, en donde lo
que vale no es el ser, sino el aparecer, en donde la fragilidad humana ante los
desastres solo nos deja clara una cosa: “los gobiernos no van a hacer nada por
ustedes”, como atinadamente lo dijo Malala, tras su visita a México.
En una sociedad de la exposición, de la
inmediatez y del narcisismo, la necesidad de construir un discurso de
integridad en la gestión pública como reto de futuro, es ya imperante, a partir
de dar pasos seguros con cambios pequeños, pero reales, comenzando por aceptar los yerros y someterse al
juicio de la verdad y la responsabilidad.
El reto, desde mi particular punto
de vista, es dejar da mirar el retrovisor de la cotidianidad, para proyectar
los problemas no desde una prospectiva contemplativa, sino desde una óptica
constructiva, para ser más asertivos en la modelación de un nuevo espacio
público. Un espacio colectivo en donde le valor de la honestidad prime como renovada
construcción social.
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