Hace una par de semanas comentaba en este espacio la urgencia de acelerar una reforma en materia de salud pública por señalar sólo un tema de la tan ambiciosa agenda de la Reforma del Estado, al respecto quisiera compartir con ustedes algunos comentarios que mi buen amigo Adrian Gómez Blanco me hizo con respecto a la inminencia de la reforma al sector salud, que en lo personal coincido en que es más una cuestión de compromiso que demorara bastante a lo que agregaría la necesidad de analizar en serio el contexto actual en el que el Gobierno Federal, mandamás del sistema tributario nacional, actualmente distribuye los recursos recaudados y en donde hasta hoy no se ha ponderado la necesidad de replantear el sistema actual a partir de discutir primero cómo se repartirán los recursos y justificar su necesidad, más que seguir argumentando sobre la conveniencia de más o mayores impuestos que afectan la economía nacional como lo declarara la semana pasada el titular de la Secretaria de Hacienda Agustín Carstens, como un acción para hacer frente a las pérdidas económicas resultado de la cuarentena sanitaría; este debiera ser un primer paso hacia la gestión de políticas públicas más eficientes no sólo en salud, sino en seguridad pública, educación y desarrollo social, entre otras.
Lo lamentable, como bien señala mi amigo Adrian Gómez es que “el actual gobierno ha demostrado manejarse con base en prioridades «mediáticas» a las cuales no se les da mayor seguimiento, una vez que ha concluido el escándalo o fenómeno de cobertura en cuestión. Más allá de las reformas propuestas por el ejecutivo, encaminadas a aumentar por medios dudosos el poder coactivo del Estado, el actual gobierno no parece tener otros objetivos de fondo. Creo que en ese sentido, éste supera aún en ineficacia al – sexenio – de Fox, que ya es mucho decir”. Por mencionar un ejemplo, la militarización del Estado Mexicano es muestra de la falta de articulación de políticas públicas y la incapacidad de concebir un concepto más amplio de seguridad ciudadana con acciones en todos los ámbitos de bienestar social, procurando que éstos lleguen a todos los sectores de la población, y considerando que la problemática social va acompañada de fenómenos sociales como la corrupción, la crisis de valores, la descomposición social, el desempleo y la violencia; tan sólo analicemos las declaraciones de Carlos Ahumada con respecto a los video escándalos. Y si a ello agregamos el déficit de representación política que padecemos – tema al que referí la semana pasada – tenemos como resultado una expectativa poco alentadora si seguimos formando generaciones de jóvenes cuya cultura no es otra que las “verdades mesiánicas” de los medios de comunicación, que la de los programas con tan poco contenido llamados reality show presentados en las dos únicas cadenas de televisión nacional que al final del camino se convierte en el principal problema de este país la falta de inversión en capital social, en innovación y tecnología, en la formación de una sociedad del conocimiento, en la importancia que tiene las materias de historia, ética y filosofía para conocer nuestro pasado y proyectar un futuro más alentador.
Lo lamentable, como bien señala mi amigo Adrian Gómez es que “el actual gobierno ha demostrado manejarse con base en prioridades «mediáticas» a las cuales no se les da mayor seguimiento, una vez que ha concluido el escándalo o fenómeno de cobertura en cuestión. Más allá de las reformas propuestas por el ejecutivo, encaminadas a aumentar por medios dudosos el poder coactivo del Estado, el actual gobierno no parece tener otros objetivos de fondo. Creo que en ese sentido, éste supera aún en ineficacia al – sexenio – de Fox, que ya es mucho decir”. Por mencionar un ejemplo, la militarización del Estado Mexicano es muestra de la falta de articulación de políticas públicas y la incapacidad de concebir un concepto más amplio de seguridad ciudadana con acciones en todos los ámbitos de bienestar social, procurando que éstos lleguen a todos los sectores de la población, y considerando que la problemática social va acompañada de fenómenos sociales como la corrupción, la crisis de valores, la descomposición social, el desempleo y la violencia; tan sólo analicemos las declaraciones de Carlos Ahumada con respecto a los video escándalos. Y si a ello agregamos el déficit de representación política que padecemos – tema al que referí la semana pasada – tenemos como resultado una expectativa poco alentadora si seguimos formando generaciones de jóvenes cuya cultura no es otra que las “verdades mesiánicas” de los medios de comunicación, que la de los programas con tan poco contenido llamados reality show presentados en las dos únicas cadenas de televisión nacional que al final del camino se convierte en el principal problema de este país la falta de inversión en capital social, en innovación y tecnología, en la formación de una sociedad del conocimiento, en la importancia que tiene las materias de historia, ética y filosofía para conocer nuestro pasado y proyectar un futuro más alentador.
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