Dejando atrás el ya aburrido e inverosímil actuar de la clase política panistas, quien lejos de haber comprendido la dualidad gobierno – partido dentro de un régimen presidencial, tema que ha sido debidamente abordado el pasado lunes por mi amigo Fernando Tamayo en su columna “Miradas de Talante” y del cual sólo me resta señalar que la necesidad de comprender que ciertos equilibrios sólo se logran a partir de la comunión de diversos factores de entere los que destacan los acuerdos y consensos cupulares del partido en el gobierno como engranaje que facilita y permite no sólo la eficacia de la administración pública sino más aún permite la gobernabilidad de un país que pareciera desdibujado en el contexto actual, es a final de cuentas el tema fundamental que parece aún no comprender la cúpula de “juniors” albiazul que despacha en Los Pinos.
Pasando ahora a un tema más local, no menos importante, sino todo lo contrario, es analizar otro fenómeno político por demás irreverente de la clase política poblana, y me refiero en particular a la lucha siempre anticipada de buscar escaparates o posiciones políticas dentro de la administración pública antes de esperar los tiempos adecuados para hacer pública una aspiración política, la cual creo más correcto decir se vuelve en una obsesión. Veamos que esta especial circunstancia de nuestro sistema político, acaba no sólo por desgastar a los partidos políticos sino en particular a los ciudadanos, siendo la principal rémora de no poder aún transitar hacia una efectiva democracia participativa y deliberativa, ya que aún no hemos sido capaces de entender que se necesita de proyectos políticos y de gobierno con continuidad para poder darle a los ciudadanos una mejor calidad de vida, lograr lo anterior requiere también comprender que la política va hoy en día más allá de la clásica discusión de si es ésta teoría o práctica, ya que la administración es una herramienta de un proyecto político para conservar el poder.
Bajo las anteriores premisas, hoy pretenden gobernar nuestra ciudad a tan sólo un año de la gestión de Blanca Alcala, diversos personajes que bien valdría la pena analizar, ya que a mi juicio ninguno de ellos tiene ni el perfil ni el conocimiento y mucho menos el respeto a los tiempos y la mesura para hacer pública sus aspiraciones, vemos en este contexto a un profesor que ni siquiera ha sido capaz de controlar a sus correligionarios en las pugnas por el poder magisterial siguiendo Puebla con un pésimo nivel educativo en todos los niveles que se corrobora con la poca capacidad de diseñar acciones que permitan que los jóvenes egresados de universidades y carreras técnicas ingresar al mercado laboral, sin mencionar que sigue siendo un porcentaje muy alto el que se queda sin las posibilidades aún de poder estudiar; otro suspirante por su parte sólo se ha dedicado a hacer de la administración pública su caja chica desde que la burbuja marinista le encomendó el tema de la obra pública, teniendo sin duda, no podré negarlo, proyectos ambiciosos de desarrollo urbano pero que han sido hasta hoy poco consistentes; por su parte tenemos también otro personaje que de ser sólo lector de noticas en televisión pasó a una diputación por el grado de conocimiento público que logró en dicho medio, hoy cree cándidamente tener la capacidad no sólo política sino administrativa para gobernar una ciudad con la complejidad que tiene Puebla. La lista es tan larga que podríamos citar a muchos personajes más, que salvo raras excepciones considero pueden reunir los requisitos de una fórmula electoral exitosa: personalidad, preparación, juventud, carisma y honestidad, necesarias todas ellas para gobernar una ciudad que hoy comprende que el mundo es local, y por lo tanto las decisiones y respuestas deben ser locales en beneficio de la sociedad, siempre respetando los tiempos no sólo electorales sino políticos de nuestros gobernantes en turno.
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