El crecimiento en México durante los últimos 20 años ha sido decepcionante sino es que vergonzoso, aun cuando mejoró, en comparación con otros mercados emergentes, lo que esto refleja principalmente un débil desarrollo de la productividad laboral que se ha comportado de manera negativa durante ese periodo que tan de cerca podemos constatar.
Un desglose por industria demuestra que el escaso desempeño tuvo una amplia base puesto que la baja productividad se aplica a cerca del 80% del empleo total. El crecimiento en México se ha sustentado más en la acumulación de factores productivos, de manera especial en el uso de los recursos laborales, que en el aumento de la productividad. En contraste, los países con mejor desempeño, como Chile y Turquía, muestran una ruta de crecimiento “intensivo” con mayor sustento en altas tasas de crecimiento de la productividad laboral. Aún así, si se divide el desempeño mexicano en periodos de 5 años, se revela una historia más alentadora ya que la productividad ha aumentado de manera continua de cada uno de los periodos de 5 años al siguiente
Bajo esta óptica de las cosas, es probable que el crecimiento económico esperado experimente una aguda contracción en lo que resta del 2009 con una moderada recuperación en 2010 que esperemos suceda con creatividad de parte de los gobiernos para generar mayores inversiones. Estimando que la amplia y grave caída en la actividad aumente el desempleo, que se calcula que llegará a los niveles observados durante la crisis financiera de 1994-1995. En particular, el aumento en el gasto de infraestructura, los subsidios al empleo y mayores transferencias sociales con cláusulas de caducidad deben contribuir a suavizar la contracción económica debido a la incapacidad de los gobiernos locales por mejorar su competitividad.
Después de la crisis Tequila ocurrida en 1994-1995, que provocó una contracción considerable en la producción, se ha avanzado mucho en el mejoramiento de las políticas macroeconómicas, en la reducción de los desequilibrios económicos y en el restablecimiento de la credibilidad, sin que dichas acciones aún se reflejen en el bolsillo de los mexicanos.
El lento ritmo de convergencia de México hacia niveles más altos de ingresos se debe
principalmente a la falta de progreso en algunas reformas estructurales. Los indicadores de la OCDE de impacto regulatorio muestran que México se encuentra en varios sectores clave cerca de, o igual al máximo (negativo) impacto regulatorio, y que la productividad mexicana sería mayor con regulaciones menos estrictas en el mercado de productos. El impacto negativo más importante puede encontrarse en las industrias de redes (electricidad, gas y agua) donde la regulación del mercado en México es más estricta que en la mayoría de los países miembros de la OCDE, y sigue siendo tristemente controlada por gremios corporativistas.
Ya realidad nos indica que se pueden obtener dividendos rápidos a partir de reformas en la educación y la capacitación así como a partir de la reducción de las barreras de entrada a los negocios. Éstas pueden promover la demanda mediante el mejoramiento en las posibilidades de empleo y el crecimiento a través del incremento de la productividad futura. El incremento de la competencia puede traer consigo ganancias a la productividad a través del tiempo, por lo que deberían continuarse sin demora los esfuerzos recientes en ese campo. Las redes de caminos, ferrocarril, puertos y telecomunicaciones permanecen débiles en comparación con sus similares en los mercados emergentes.
Por ello 2010 tiene el reto de lograr reorientación mayor del estímulo para apoyar el empleo y los ingresos para aumentar el impacto en la demanda y proteger así a los trabajadores de caer en la pobreza. Más que esperar milagros de un esquema recaudatorio del 2% que nunca cumplirá su cometido tal como está planteado.
Un desglose por industria demuestra que el escaso desempeño tuvo una amplia base puesto que la baja productividad se aplica a cerca del 80% del empleo total. El crecimiento en México se ha sustentado más en la acumulación de factores productivos, de manera especial en el uso de los recursos laborales, que en el aumento de la productividad. En contraste, los países con mejor desempeño, como Chile y Turquía, muestran una ruta de crecimiento “intensivo” con mayor sustento en altas tasas de crecimiento de la productividad laboral. Aún así, si se divide el desempeño mexicano en periodos de 5 años, se revela una historia más alentadora ya que la productividad ha aumentado de manera continua de cada uno de los periodos de 5 años al siguiente
Bajo esta óptica de las cosas, es probable que el crecimiento económico esperado experimente una aguda contracción en lo que resta del 2009 con una moderada recuperación en 2010 que esperemos suceda con creatividad de parte de los gobiernos para generar mayores inversiones. Estimando que la amplia y grave caída en la actividad aumente el desempleo, que se calcula que llegará a los niveles observados durante la crisis financiera de 1994-1995. En particular, el aumento en el gasto de infraestructura, los subsidios al empleo y mayores transferencias sociales con cláusulas de caducidad deben contribuir a suavizar la contracción económica debido a la incapacidad de los gobiernos locales por mejorar su competitividad.
Después de la crisis Tequila ocurrida en 1994-1995, que provocó una contracción considerable en la producción, se ha avanzado mucho en el mejoramiento de las políticas macroeconómicas, en la reducción de los desequilibrios económicos y en el restablecimiento de la credibilidad, sin que dichas acciones aún se reflejen en el bolsillo de los mexicanos.
El lento ritmo de convergencia de México hacia niveles más altos de ingresos se debe
principalmente a la falta de progreso en algunas reformas estructurales. Los indicadores de la OCDE de impacto regulatorio muestran que México se encuentra en varios sectores clave cerca de, o igual al máximo (negativo) impacto regulatorio, y que la productividad mexicana sería mayor con regulaciones menos estrictas en el mercado de productos. El impacto negativo más importante puede encontrarse en las industrias de redes (electricidad, gas y agua) donde la regulación del mercado en México es más estricta que en la mayoría de los países miembros de la OCDE, y sigue siendo tristemente controlada por gremios corporativistas.
Ya realidad nos indica que se pueden obtener dividendos rápidos a partir de reformas en la educación y la capacitación así como a partir de la reducción de las barreras de entrada a los negocios. Éstas pueden promover la demanda mediante el mejoramiento en las posibilidades de empleo y el crecimiento a través del incremento de la productividad futura. El incremento de la competencia puede traer consigo ganancias a la productividad a través del tiempo, por lo que deberían continuarse sin demora los esfuerzos recientes en ese campo. Las redes de caminos, ferrocarril, puertos y telecomunicaciones permanecen débiles en comparación con sus similares en los mercados emergentes.
Por ello 2010 tiene el reto de lograr reorientación mayor del estímulo para apoyar el empleo y los ingresos para aumentar el impacto en la demanda y proteger así a los trabajadores de caer en la pobreza. Más que esperar milagros de un esquema recaudatorio del 2% que nunca cumplirá su cometido tal como está planteado.
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