Luego de una semana de ausencia, regreso a este breve espacio para reflexionar con Ustedes el por qué Acción Nacional después de la debacle del sistema financiero aún no ha sido capaz de proponer nuevos esquemas de desarrollo que permita recuperar la esperanza de un futuro más alentador, en donde lo humano y lo social sean lo importante. Y es que si bien su fundador ideó, como señalará Alonso Lujambio en su obra “Documentos Fundacionales del Partido Acción Nacional”, un partido permanente, “de oposición”, con una doctrina definida, institucional, que supo conjugar por algún tiempo una vida interna democrática con el interés ciudadano en la política; no fue capaz a mi juicio en darle permanencia y sobre todo continuidad decidida y profunda a sus ideales fundacionales permitiendo que una élite concentradora decidiera su porvenir, la cual no ha comprendido que los grupos sociales al igual que en nuestra naturaleza debe adaptarse a nuevos tiempos, tal como lo exige la ley de la selección natural, a fin de subsistir en un medio siempre competido. Este empeño por seguir comportándose como “oposición”, a lo que ya hemos referido en otras ocasiones, que asociado a la cerrazón de algunos de sus notables cuadros, han impedido a este instituto políticos dar lo mejor de sí como partido en el gobierno.
Ya acertadamente Luis Rubio señalaba la semana pasada que “El PAN perdió el rumbo en dos momentos y por razones casi opuestas: en uno por no tener estrategia y en otro por excesiva rigidez. El primero ocurrió en 2001, cuando el nuevo gobierno panista tuvo la oportunidad de redefinir al sistema político y establecer los cimientos para un cambio verdaderamente democrático, pero el entonces presidente, Vicente Fox, fue incapaz de comprender las dimensiones de su propio triunfo: las fuerzas que desató la derrota del PRI o los cambios en el poder que de ahí tendrían lugar. El segundo ocurrió este año, durante el periodo electoral reciente en que el gobierno y su partido se perdieron en sus prejuicios, ignorando la dinámica electoral intermedia”. Momentos ambos que prometen ser definitorios para el futuro del país y del Partido.
La historia del PAN es rica en contenido ciudadano y en ideales de un mejor gobierno. Su nacimiento fue una reacción al partido de la revolución y una invitación al desarrollo de una ciudadanía fuerte alejada de un abyecto pensamiento conservador que la domino. Aspecto todos ellos que debemos tomar en consideración para el 2010, ya que su rigidez a los cambios, su falta de estrategia y sobre todo su falta de visión prospectiva orientada en su ideario fundacional, pueden ser una variable que coarte toda posibilidad de éxito electoral a la gubernatura de esta entidad.
Setenta años de existencia no han sido capaces para los panistas sumar sus talentos, por el contrario han sido a todas luces incapaces de comprender el poder y continúan experimentando la deserción ciudadana. Sus rencillas internas, increíblemente ideológicas como apunta Luis Rubio, son incomprensibles para la mayoría de los electores y, su incapacidad para gobernar con eficacia es pasmosa, para colmó de los ciudadanos. Tal y como lo demostraron recientemente al armar una Ley de ingresos y un presupuesto que dejo mucho que desear, en donde su rijosidad como partido gobernante, además de costosa y estúpida, resultó impactante.
Quizá no haya mejor indicador para el panismos para confrontar sus conflictos internos con el desanimo de la juventud que, en la reciente elección, casi ninguno sufragó por sus siglas.
De ahí la reflexión por discernir cuánto le ha pesado su falta de no actuar, su carencia de talante para negociar y sobre todo su cerrazón para adaptarse a los cambios. Factores determinantes para proyectar su futuro como partido en el gobierno o como oposición sumisa a intereses siempre contradictorios.
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