No cabe duda que los tiempos no han cambiado, este fin de semana los poblanos fuimos testigos de las caravanas que se movilizaron para rendirle pleitesía a un nuevo tlatoani, al mesías que traerá el progreso a Puebla – según algunos comentaron – aquel que llegó desde Pijijiapan para quedarse; aquel que trabajó intensamente demostrándole lealtad y resultados electorales al número uno de la nomenclatura priísta en el Estado, recordándole a propios y extraños que el priísmo es y será siempre el mismo. Pues para nadie resulta novedoso que la elección interna del PRI se cierra en torno a la figura de Javier López Zavala, quien será el abanderado de las siglas tricolor a suceder a Mario Marín Torres en el gobierno del estado de Puebla.
La fuerza e influencia del hoy hombre fuerte del Gobernador Marín quedo demostrada una vez más con la movilización del día domingo y con la declaración de improcedencia del registro del ex alcalde Enrique Doger, dada a conocer la noche del día lunes por la Comisión de Procesos Internos. Pero “la fuerza de la unidad priísta”, como se han autodenominado el grupo fuerte del marinismo, me parece no a dimensionado los costos políticos de la vida en Puebla, mismos que cambiarán por completo las reglas no escritas del poder en la entidad, en primer lugar, porque la nueva cepa de priístas parecen olvidar que el fiel de la balanza en esta ocasión no será el gran elector sino una ciudadanía habida de cambio en la forma de ejercer el poder, la cual se encuentra expectante de cada paso que hoy dan los políticos; en segundo lugar, la incertidumbre de una burocracia que aún no esta movida internamente por la falta de carisma del candidato tricolor, pues no es lo mismo asistir convencido que ser uno más de la borregada por obligación; en tercer lugar, la polarización de la que han hablado ya otros columnistas en días pasados, se evidencia más luego de la cancelación del registro de Enrique Doger, lo que traerá consigo una ruptura que abrirá las entrañas del poder. A ello agregue usted, el interés federal por abrir un boquete al priísmo de cara al 2012, entre otros factores sociales y económicos, que no abordaré.
Por tanto tal vez en esta ocasión sea el protagonismo de los priístas, su peor moneda de cambio que los lleve a la debacle electoral (para muestra ahí esta Roberto Madrazo), ya que si bien Puebla sigue conservando viejos vestigios de una estructura anquilosada y fiel a sus principios post- revolucionarios, la adversidad de los nuevos tiempos exijan cambios en las formas y las prácticas de ejercer el poder en Puebla, cambios que no se han visto aún matizados entre las principales figuras del priísmo poblano, los cuales medirá fuerzas en una contienda que cerrera por primera vez a la oposición en el estado, cambiando por completo el papel que ésta ha desempeñado en la vida política de la entidad.
Finalmente, cuánto vale la llamada fuerza de la unidad, el capricho de un grupo por mantenerse en el poder, o la oportunidad de una oposición hasta hoy inexistente por cambiar los roles de las reglas del juego democrático en Puebla.
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