En este breve espacio de reflexión mucho he señalado el incremento de la inseguridad que padecemos hoy en día, más aún cuando ella pasa frente a nuestros ojos; tan sólo por citar algunos ejemplos cuántos de nosotros no conocemos a alguien que haya sido asaltado en las últimas semanas, alguien al que le hayan robado los espejos de su coche, cuántos más padecemos la impotencia de ver como un asaltante le roba a una persona de la tercera edad y todo ello ante la vista de las autoridades, quienes continúan haciendo mutis de lo acontecido y, para quienes todo parece nunca acontecer en la ciudad de los ángeles.
Lamentablemente esta penosa situación producto de una clara descomposición social persistirá hasta en tanto en cuanto nuestras autoridades no actúen con certeza y transparencia en dos frentes de manera conjunta: la prevención del delito y la sanción ejemplar a los criminales, ya que si bien es cierto el Estado ideal no existe, si es posible – en cambio – impulsar y diseñar acciones para mejorar nuestra calidad de vida, para vivir en una sociedad que castigue al delincuente y proteja al inocente, una sociedad alejada de canonjías hacia un unos cuantos. Una sociedad que refresque el sentido mismo de la vida en comunidad, es decir, el sentido del orden y el respeto como principios de la convivencia social.
En este último sentido – y viene a colación – bien vale la pena retomar algunas ideas que cito Michell Obama durante su visita a México, entre ellas – la que me parece más preclara – fue la convocatoria que hizo a los jóvenes mexicanos para trabajar con intensidad por sus sueños y preparar un mundo más saludable, seguro y prospero. Un mundo, un país, una ciudad que a mi juicio necesita avivar más aún la participación de este sector de la población en los procesos públicos de toma de decisión ante las grandes deficiencias que padece nuestro sistema político, y así ofertar oportunidades orientadas verdaderamente hacia el compromiso cívico, para aprender el funcionamiento de las instituciones y para reforzar un claro sentido de responsabilidad social que ya hemos perdido y continuamos perdiendo con la vaguedad y ambigüedad de los discursos – situación que no me cansaré de denunciar hasta que sea patente un diálogo y un verdadero partenariado* entre los jóvenes y las autoridades locales y nacionales.
Por lo tanto, la edificación de una sociedad con valores renovados sólo será posible a partir de un razonamiento crítico de los muchos problemas que hoy padecemos, para de ahí responder que hemos hecho mal como sociedad y que falta aún por hacer para salir del bache en que estamos sumidos.
Lo cierto es que aún tenemos tiempo para recomponer el camino, sólo si tenemos el valor de actuar y comprometernos con ser mejores ciudadanos.
* Es la etiqueta de moda en la Unión Europea. El “PPP”, el partenariado público-privado, el establecimiento de alianzas y complementariedad de fines y recursos entre las iniciativas pública y privada en todos los ámbitos de la economía y la sociedad. Por otro lado, en el campo de la política social el «partenariado» se concibe a menudo como una estrategia de cohesión social, y en su definición se pone el acento en la especificidad y distinto carácter de las partes que lo integran.
Lamentablemente esta penosa situación producto de una clara descomposición social persistirá hasta en tanto en cuanto nuestras autoridades no actúen con certeza y transparencia en dos frentes de manera conjunta: la prevención del delito y la sanción ejemplar a los criminales, ya que si bien es cierto el Estado ideal no existe, si es posible – en cambio – impulsar y diseñar acciones para mejorar nuestra calidad de vida, para vivir en una sociedad que castigue al delincuente y proteja al inocente, una sociedad alejada de canonjías hacia un unos cuantos. Una sociedad que refresque el sentido mismo de la vida en comunidad, es decir, el sentido del orden y el respeto como principios de la convivencia social.
En este último sentido – y viene a colación – bien vale la pena retomar algunas ideas que cito Michell Obama durante su visita a México, entre ellas – la que me parece más preclara – fue la convocatoria que hizo a los jóvenes mexicanos para trabajar con intensidad por sus sueños y preparar un mundo más saludable, seguro y prospero. Un mundo, un país, una ciudad que a mi juicio necesita avivar más aún la participación de este sector de la población en los procesos públicos de toma de decisión ante las grandes deficiencias que padece nuestro sistema político, y así ofertar oportunidades orientadas verdaderamente hacia el compromiso cívico, para aprender el funcionamiento de las instituciones y para reforzar un claro sentido de responsabilidad social que ya hemos perdido y continuamos perdiendo con la vaguedad y ambigüedad de los discursos – situación que no me cansaré de denunciar hasta que sea patente un diálogo y un verdadero partenariado* entre los jóvenes y las autoridades locales y nacionales.
Por lo tanto, la edificación de una sociedad con valores renovados sólo será posible a partir de un razonamiento crítico de los muchos problemas que hoy padecemos, para de ahí responder que hemos hecho mal como sociedad y que falta aún por hacer para salir del bache en que estamos sumidos.
Lo cierto es que aún tenemos tiempo para recomponer el camino, sólo si tenemos el valor de actuar y comprometernos con ser mejores ciudadanos.
* Es la etiqueta de moda en la Unión Europea. El “PPP”, el partenariado público-privado, el establecimiento de alianzas y complementariedad de fines y recursos entre las iniciativas pública y privada en todos los ámbitos de la economía y la sociedad. Por otro lado, en el campo de la política social el «partenariado» se concibe a menudo como una estrategia de cohesión social, y en su definición se pone el acento en la especificidad y distinto carácter de las partes que lo integran.
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