Se dice que en la vida hay que actuar de frente y demostrar que la política es la más elevada y noble de las actividades. Es cumplir los compromisos, es sensibilidad e inteligencia puesta al servicio de la confianza depositada, sin distinciones ni diferencias, toda vez que el poder se legitima cuando se cimenta en una labor honesta, fructífera, tesonera y desinteresada. De este modo el poder se convalida cuando los compromisos se cumplen, cuando la política no es de traiciones y simulaciones, sino de realizaciones.
La práctica y el ejercicio contemporáneo nos demuestra lo contrario, sobre todo cuando somos testigos mudos del actuar discrecional de los mandatarios estatales para apoyar a sus candidatos en el proceso electoral del pasado 4 de julio, situación que evidencio la interferencia franca y abierta de los gobernadores en los procesos electorales mediante el uso discrecional de recursos públicos para inducir el voto mediante el clientelismo electoral.
Por ello no es de extrañar que en ocasiones nos sintamos deprimidos por la situación del país, pensando día y noche que vivimos en un país injusto y desigual, si vemos un país que no es capaz de ofrecer oportunidades de progresar, preguntándose uno cómo podrá pagar los estudios de sus hijos y si eso será suficiente para que encuentren un trabajo en el futuro, si se desvela preocupado porque su padre perdió el seguro desde que lo corrieron y anticipa que tendrá que pagarles a él y a su madre un hospital cuando lo necesiten, si siente coraje cuando ve cómo se sale con la suya el vecino ratero que se roba la señal de cable o la luz. Esta lógica reacción ciudadana es resultado de incompetencia y desfachatez de nuestros políticos ya que hasta hoy no son incapaces de ponerse de acuerdo en lo importante entreteniéndose, como bien lo afirma Denise Maerker, en pleitos irrelevantes e interesados en frivolidades y privilegios.
Bajo este contexto un gobierno que llegara con mucha expectativa se va y abre paso a una nueva generación que de igual modo llega con una gran expectativa social pero con la diferencia de una alternancia en el poder que abre interesantes coyunturas; por tanto la nueva categoría de políticos deberá orientarse más hacia un perfil de estadistas que este a la altura de las circunstancias, y a una oposición de calidad que abra el debate de los temas fundamentales para Puebla.
Los más de un millón de poblanos que expresamos nuestra voluntad de cambio en las pasadas elecciones esperamos que los hombres y mujeres que actúen en política en los próximos años tengan el compromiso y el deber de avanzar en la justicia, en el progreso y en la liberta, siempre para el beneficio de Puebla, nunca para traicionar la confianza del ciudadano.
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