Uno de los temas más sentidos por los poblanos, es sin duda el estado actual de nuestras calles, las cuales de manera cotidiana son tema de conversación cuando lleva a sus hijos al colegio, cuando transita por ellas para llegar al trabajo, para ir al supermercado o al centro comercial, en fin, nuestra vida diaria es un continuo ir y venir por calles y avenidas en pésimo estado. Poco sabemos de sus antecedentes y más aún de su evolución en el momento en que el tema se convierte en una de las principales inquietudes de las cuales los poblanos deseamos conocer la oferta de servicios públicos para mejorarlas, propuestas que se desglosan en la relaminación de la carpeta asfáltica, tener más calles pavimentadas en colonias populares hasta incluir en la licitación de las obras el mantenimiento de las mismas e incluso garantizar que las obras de repavimentación no se realicen en horas pico, en vez de escuchar torpes escusas de funcionarios grises de la administración municipal que indican que “el deterioro de la carpeta asfáltica ha sido provocado por el término de su vida útil, por el excesivo incremento del tránsito vehicular y por las lluvias atípicas que han azotado la Capital en fechas recientes”; sin embargo, lo que nadie comenta es cómo garantizar su calidad y sobre todo su durabilidad para evitar con ello que el mantenimiento de las calles se convierta en un negocio bastante redituable cada tres años – independientemente el partido político que este en el gobierno, aunque eso sí, se jactan de gastar poco más de 717 millones de pesos en obra pública para crear ciclovias inutilizadas; aplicarlos en lo que denominan “reingeniería de parques y plazas” que incluye desde luego el acierto de despuntar, derribar y podar árboles, ciertamente, luego de que se advierte que su pésimo estado ha provocado cuantiosos daños materiales y casi también la muerte a ciudadanos que transitan por las calles; la limpieza y desazolve de alcantarillas que provoca tantas inundaciones; alumbrado público de no sé cuáles calles porque pareciera que viviéramos en la ciudad de las tinieblas, en fin, dinero público que sólo ha servido para beneficiar a empresarios de la construcción de dudosa reputación como lo es David López Fernández (quien detonará el llamado “corredor gastronómico”, ambicioso proyecto de la Alcaldesa) detenido en fechas recientes por la DEA por realizar transacciones ilícitas que presumen la supuesta comisión de lavado de dinero.
Lo que nadie recuerda es que en nuestra historia tal vez llevamos la penitencia, pues si hiciéramos un recorrido histórico sabríamos que las calles poblanas datan de 1786 en donde el piso de todas las calles de la angelopolis (catorce varas de paramento a paramento) eran de tierra, con un canal destinado a las aguas fluviales y desechos de las casas. Durante la época de lluvia, el tránsito de carretas, guayines y recuas, provocaban la formación de baches y lodazales. En 1532, frente a la iglesia de Santo Domingo se colocó la primera banqueta de piedra de río y posteriormente, frente a los templos de San Agustín, Santiago y San José. En 1593 se mejora la vialidad mediante el derribo de las casas de Francisco Hernández, que habían sido construidas en medio de la calle que partía de la plaza mayor. En 1673, el Ayuntamiento mandó a empedrar los cuatro lados de la plaza mayor y el frente del Palacio (proyecto que perdura cada tres años so pretexto de embellecer el centro histórico). El obispo Juan de Palafox y Mendoza, mandó a colocar una banqueta de piedra de laja en el contorno de la Catedral. Entre 1786 y 1811, se empedraron algunas calles del centro de la ciudad, construyéndose “Pasaderas” de piedra para evitar a la gente el pago de galápagos o cargadores de personas en temporadas de lluvia. En años subsecuentes se siguieron empedrando calles, hasta que en 1908 se contrató la pavimentación de 240 mts. con macadán y concreto. En 1927 se integró la junta de pavimentación y en 1958 se estableció, por decreto la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del Municipio de Puebla, organismo que se encargaba entre otras cosas, de la pavimentación y conservación de calles y colocación de algunos señalamientos viales.
Como podemos observar de este breve repaso por la historia, el problema de nuestras calles no es nada nuevo, pero sí bastante duradero ya que a lo largo de nuestra historia, diversas han sido las soluciones y adaptaciones tecnológicas para mejorar la calidad de vida de los poblanos. Y al respecto que a nadie hasta hoy se le ha ocurrido que antes de re-pavimentar las calles los gobiernos debieran primero realizar dictámenes técnicos del terreno a pavimentar y el material necesario e indicado para garantizar su durabilidad, situación que no acontece debido a lo costoso de la inversión inicial y en segundo lugar a que en la mayoría de las ocasiones los gobiernos creen que dándole mantenimiento de manera continua a la carpeta asfáltica poblana se envía un mensaje de rentabilidad político-electoral, aunado a que la contratación cada tres años de empresas dedicadas a la restauración y mantenimiento del asfalto resulta ser un negocio bastante lucrativo para invertir, dejando de lado el bien común de la sociedad, que debiera ser ubicado como la prioridad de cada administración. Veamos pues una vez si cabe la sensatez suficiente de la administración saliente para garantizar una mejor pavimentación y dejar constancia histórica de que la voluntad política en esta ocasión pudo más que el incremento patrimonial de unos cuantos.
Lo que nadie recuerda es que en nuestra historia tal vez llevamos la penitencia, pues si hiciéramos un recorrido histórico sabríamos que las calles poblanas datan de 1786 en donde el piso de todas las calles de la angelopolis (catorce varas de paramento a paramento) eran de tierra, con un canal destinado a las aguas fluviales y desechos de las casas. Durante la época de lluvia, el tránsito de carretas, guayines y recuas, provocaban la formación de baches y lodazales. En 1532, frente a la iglesia de Santo Domingo se colocó la primera banqueta de piedra de río y posteriormente, frente a los templos de San Agustín, Santiago y San José. En 1593 se mejora la vialidad mediante el derribo de las casas de Francisco Hernández, que habían sido construidas en medio de la calle que partía de la plaza mayor. En 1673, el Ayuntamiento mandó a empedrar los cuatro lados de la plaza mayor y el frente del Palacio (proyecto que perdura cada tres años so pretexto de embellecer el centro histórico). El obispo Juan de Palafox y Mendoza, mandó a colocar una banqueta de piedra de laja en el contorno de la Catedral. Entre 1786 y 1811, se empedraron algunas calles del centro de la ciudad, construyéndose “Pasaderas” de piedra para evitar a la gente el pago de galápagos o cargadores de personas en temporadas de lluvia. En años subsecuentes se siguieron empedrando calles, hasta que en 1908 se contrató la pavimentación de 240 mts. con macadán y concreto. En 1927 se integró la junta de pavimentación y en 1958 se estableció, por decreto la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del Municipio de Puebla, organismo que se encargaba entre otras cosas, de la pavimentación y conservación de calles y colocación de algunos señalamientos viales.
Como podemos observar de este breve repaso por la historia, el problema de nuestras calles no es nada nuevo, pero sí bastante duradero ya que a lo largo de nuestra historia, diversas han sido las soluciones y adaptaciones tecnológicas para mejorar la calidad de vida de los poblanos. Y al respecto que a nadie hasta hoy se le ha ocurrido que antes de re-pavimentar las calles los gobiernos debieran primero realizar dictámenes técnicos del terreno a pavimentar y el material necesario e indicado para garantizar su durabilidad, situación que no acontece debido a lo costoso de la inversión inicial y en segundo lugar a que en la mayoría de las ocasiones los gobiernos creen que dándole mantenimiento de manera continua a la carpeta asfáltica poblana se envía un mensaje de rentabilidad político-electoral, aunado a que la contratación cada tres años de empresas dedicadas a la restauración y mantenimiento del asfalto resulta ser un negocio bastante lucrativo para invertir, dejando de lado el bien común de la sociedad, que debiera ser ubicado como la prioridad de cada administración. Veamos pues una vez si cabe la sensatez suficiente de la administración saliente para garantizar una mejor pavimentación y dejar constancia histórica de que la voluntad política en esta ocasión pudo más que el incremento patrimonial de unos cuantos.
Comentarios
Publicar un comentario