La semana pasada concluía este breve espacio de opinión con una pregunta ¿dónde están hoy en día los patriotas, los políticos desinteresados, los idealistas, los constructores de una nación? –en un México sumido en la incertidumbre del mañana. Interrogante que tiene su lógica si analizamos el a priori histórico del Congreso Mexicano, que es al final del camino la rémora que inhibe el desarrollo de este país, pues más allá de que a lo largo de la historia nacional sean más los hechos dignos de mencionar sobre el actuar de los representantes populares como fuera el caso de Andrés Quintana Roo, Belisario Domínguez o Gilberto Bosques (en diferentes épocas por mencionar sólo algunos), todos ellos prohombres por su estatura moral e incorruptible visión de Estado; en cambio, son diversos los tristes capítulos de la historia que nos demuestran que en el Congreso Mexicano lejos de dominar la racionalidad, apremia la negociación burda, la opacidad siendo el principal bloque de cerrazón que tiene México. Analicemos algunos capítulos de la historia nacional que bien vale la pena mencionar para argumentar más esta hipótesis: en 1814 luego de conformarse el Primer Congreso Constituyente en Apatzingan, éste fue el causante de la derrota del Siervo de la Nación José María Morelos y Pavón, ya que dispuso debilitarlo militarmente so pretexto de que dotándolo de la fuerza militar, éste consolidaría un poder que lo convertiría no sólo en el líder insurgente de la Independencia sino en el titular del Ejecutivo luego de concluida la gesta independentista – grave desacierto originado por intereses supuestamente republicanos; en 1923, tras el inicio del gobierno de Álvaro Obregón a fin de que este fuera legitimado por el Gobierno de Estados Unidos, el Senado Mexicano aprueba uno de los tratados más desafortunados de la Historia Nacional, la Convención Especial de Reclamaciones o mejor conocido como los Tratados de Bucareli, convención que buscaba canalizar las exigencias de ciudadanos estadounidenses por presuntos dueños causados a sus bienes por guerras internas durante el periodo comprendido entre 1910 y 1921, el cual veladamente favorecía también como parte de la negociación los intereses petroleros de las empresas norteamericanas a fin de que no tuviera retroactividad lo establecido en el artículo 27 de la Constitución de 1917, estos y otros acontecimientos en la actualidad son muestra fiel de que el Congreso ha sido una arena de negociaciones e intereses de los gobiernos en turno, causante de una corrupción que ha florecido, de la pobreza que jamás se detuvo, de impunidad que hoy se ovaciona, generaciones de jóvenes que ni estudian ni trabajan por falta de oportunidades, de “chingaderas” -como bien señala Brozo - que hicieron instituciones y de leyes, que son moneda corriente del poder.
Así, hoy como en otras épocas somos testigos mudos de la retorica de los máximos líderes del Congreso llamando a la “unidad y al análisis histórico” para alcanzar los llamados “acuerdos” que México tanto necesita para reordenarse y compartir un presente y un futuro más prometedor, sin concretar acciones tangibles; lo cual sólo es posible si encontrásemos puntos de inflexión entre los diversos intereses políticos y económicos que sostienen al país, si tuviéramos diputados – que para precisar a algunos Columnistas – dejaran la pantomima populista de sostener sin argumentos económico - tributarios claros y sólidos, la propuesta de bajar del 16 al 15% el IVA olvidándose de la hipócrita negociación del subejercicio fiscal que hacen en lo oscurito para obtener más parabienes personales y electorales como bancada.
Son la honestidad y la claridad de miras en reformas estructurales desde el Congreso, los elementos imprescindibles para lograr acuerdos en un país que pareciera desfigurado luego de 200 años de proclamar su Independencia. Hasta aquí el análisis de esta semana.
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