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EL GRITO DEL BICENTENARIO.


Nadie puede negar, como bien lo afirma Denise Maerker que, el Grito de Independencia, “es la ceremonia en la que recordamos que somos parte de un todo que nos trasciende, de una comunidad que comparte una historia, un presente y un futuro”, más allá de si se han cumplido a cabalidad los ideales de aquellos hombres y mujeres que apostaron su vida por un futuro más prometedor, tal y como lo mencione la semana pasada.


Es cierto que como país tenemos deficiencias en lo social y en lo económico, un país que es presa del narcotráfico al grado de que el crimen controla policías, logra infiltrar la cadena completa de la seguridad y la justicia, cobra derechos de piso equivalente a impuestos, realiza secuestros, financia campañas, incide en las elecciones, lava dinero en gran escala, amedrenta a altos funcionarios, ejerce sin consecuencia legal la violencia.


Pero ante esta cruda realidad, bien vale la pena hacer un poco de historia, recordar que tenemos un pasado común de luchas, de anhelos, de movimientos sociales que han expresado su rechazo a la opresión, de movimientos que han externado que la unidad y el patriotismo trascienden cualquier mezquina ambición, motivos de sobra para celebrar.


Esa fue la lógica de la Independencia, la conciliación de dos modos distintos de entender a la patria, de dos opciones diferentes que son ejemplo de futuro común y que hoy han quedado en el olvido de los mexicanos. Este es el ejemplo del valeroso Vicente Guerrero, el llamado último insurgente y el consumador Agustín de Iturbide, ejemplo claro de luminiscencia para las nuevas generaciones, ejemplo también de altísima calidad humana, manifestada en la buena fe, en la voluntad para construir y en la generosidad para ceder, olvidándose de ambiciones personales y de intereses partidistas; incluso estos insignes personajes que han sido menospreciados por los libros de texto, fueron capaces de transigir en ideologías para buscar, de común acuerdo y en concreto, lo mejor para el país. A este momento la historia gubernamental, lo ha reducido a un simple abrazo que dio la pauta al pacto de las Tres Garantías, al pacto de unión que nos dio patria y libertad, y que puso fin a la lucha fratricida por construir un país independiente.


Si de algo sirve la historia, sólo me resta apuntar para concluir un par de datos más sobre aquella escena memorable al encontrarse Guerrero e Iturbide en Acatempan, el cual expreso: “no puedo explicar la satisfacción que experimento al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la Independencia y ha sobrevivido él sólo a tantos desastres manteniendo vivo el fuego sagrado de la libertad”. Después de pactada la Independencia, varios fueron los historiadores que dieron cuenta de los sucesos de once años de gestas, de actos heroicos que forjaron el carácter del mexicano y el sentimiento patrio con el que se nutre el contenido de nuestra celebración.


Sin embargo, bien vale la pena preguntarnos ¿dónde están hoy los patriotas, los estadistas, los desinteresados? en un México sumido en la incertimbre del mañana.

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