“Si el fin de la política fuera el poder por el poder mismo,
la política no serviría para nada”.
Norberto Bobbio.
Hablar del Gobierno de Mario Marín Torres, es hablar de los sabores y sin sabores de la política, es analizar la capacidad de acceder al poder y la vanidad de los hombres por dejarse envolver en los encantos del poder. Alejado de la realidad social por la que abandero desde muy joven los ideales de los que menos tienen, accedió en 2005 al cenit gubernamental en Puebla. Mario Marín Torres ejercicio el poder sin cortapisas marcando para Puebla una era de escándalos, que califican a su gobierno como segundo peor, después del de Mariano Piña Olaya.
La lacónica realidad del Gobernador Marín tiene orígenes disímbolos, marcados por su constancia y perseverancia para ascender en los escalafones más altos de la política local, situación particular que le permitiera desde joven, conocer a fondo los entramados del otrora partido político que marcaba las líneas y designios en Puebla, conociendo con ello no sólo a la clase política sino a la clase gobernante en varios sexenios. Marín Torres jugo diversos papeles desde los que obedecen, los que quieren mandar, los que mandan y finalmente los que no obedecen la voluntad popular. Fue capaz también, bajo la batuta de su mentor político Manuel Bartlet Díaz, de reclutar una red de políticos que junto a él ambicionaron con conquistar el poder a costa de todo, grupo que conformo más sólidamente durante su paso por el Ayuntamiento de Puebla en 1999, la llamada burbuja marinista que fue capaz de controlar por poco tiempo a una oposición timorata, acostumbrada a las prebendas del poder; manteniendo así un entramado de subordinados que le obedecieron y le permitieron gobernar la entidad poblana desde 2005.
Sin duda, su sexenio será un tema para estudiar con particular cuidado, muchos son los argumentos en pro y más aún en contra respecto a lo acontecido durante su gestión de gobierno, sin embargo, estaremos de acuerdo que la administración de Mario Marín estuvo caracterizada por los escándalos que se desataron en febrero del 2006 luego de la controvertida detención de la periodista Lydia Cacho, derivado de la denuncia pública que hiciera ésta alrededor de una red de pederastia en Cancún, argumentando la protección que le otorgará el mandatario poblano a individuos relacionados con estos actos delictivos, evidenciando con ello la incapacidad del aparato político – jurídico y legislativo para determinar responsabilidades frente a los gobernadores estatales, debido a las lagunas normativas que persisten en un marco jurídico concebido para darle permanencia a un sistema político hoy agotado y del mismo modo, evidenciando el alto grado de impunidad en el quehacer gubernamental de la entidad Poblana y sobre todo en la administración de justicia que impera en la entidad.
la política no serviría para nada”.
Norberto Bobbio.
Hablar del Gobierno de Mario Marín Torres, es hablar de los sabores y sin sabores de la política, es analizar la capacidad de acceder al poder y la vanidad de los hombres por dejarse envolver en los encantos del poder. Alejado de la realidad social por la que abandero desde muy joven los ideales de los que menos tienen, accedió en 2005 al cenit gubernamental en Puebla. Mario Marín Torres ejercicio el poder sin cortapisas marcando para Puebla una era de escándalos, que califican a su gobierno como segundo peor, después del de Mariano Piña Olaya.
La lacónica realidad del Gobernador Marín tiene orígenes disímbolos, marcados por su constancia y perseverancia para ascender en los escalafones más altos de la política local, situación particular que le permitiera desde joven, conocer a fondo los entramados del otrora partido político que marcaba las líneas y designios en Puebla, conociendo con ello no sólo a la clase política sino a la clase gobernante en varios sexenios. Marín Torres jugo diversos papeles desde los que obedecen, los que quieren mandar, los que mandan y finalmente los que no obedecen la voluntad popular. Fue capaz también, bajo la batuta de su mentor político Manuel Bartlet Díaz, de reclutar una red de políticos que junto a él ambicionaron con conquistar el poder a costa de todo, grupo que conformo más sólidamente durante su paso por el Ayuntamiento de Puebla en 1999, la llamada burbuja marinista que fue capaz de controlar por poco tiempo a una oposición timorata, acostumbrada a las prebendas del poder; manteniendo así un entramado de subordinados que le obedecieron y le permitieron gobernar la entidad poblana desde 2005.
Sin duda, su sexenio será un tema para estudiar con particular cuidado, muchos son los argumentos en pro y más aún en contra respecto a lo acontecido durante su gestión de gobierno, sin embargo, estaremos de acuerdo que la administración de Mario Marín estuvo caracterizada por los escándalos que se desataron en febrero del 2006 luego de la controvertida detención de la periodista Lydia Cacho, derivado de la denuncia pública que hiciera ésta alrededor de una red de pederastia en Cancún, argumentando la protección que le otorgará el mandatario poblano a individuos relacionados con estos actos delictivos, evidenciando con ello la incapacidad del aparato político – jurídico y legislativo para determinar responsabilidades frente a los gobernadores estatales, debido a las lagunas normativas que persisten en un marco jurídico concebido para darle permanencia a un sistema político hoy agotado y del mismo modo, evidenciando el alto grado de impunidad en el quehacer gubernamental de la entidad Poblana y sobre todo en la administración de justicia que impera en la entidad.
De este modo las acciones de gobierno luego del escándalo mediático originado por la publicación de grabaciones que involucraban directamente al mandatario estatal en la afectación de los derechos humanos de una periodista, se subsumieron en la medianía y en el clientelismo político como manera de evadir las descalificaciones a lo largo y ancho de la entidad poblana; sobre el particular, Perogrullo nos recuerda que para ejercer el poder es menester obtenerlo, o gestarlo, situación ultima que caracterizo al mandatario poblano quien después de ponerlo en práctica, recrearlo e incrementarlo para sí, no fue capaz de preservarlo, este es el largo y sinuoso camino de la gestión marinista, misma que reanimara a la ciudadanía para repudiar su administración y dar pauta a la alternancia política en Puebla, desmoronando así una anquilosada estructura partidista que gobernó por cerca de 80 años la entidad poblana.
No obstante ello, es importante destacar la capacidad política y operativa de Marín Torres, quien debido a su trabajo, lealtad partidista y disciplina política legró alcanzar la cúspide del poder con un grado de aceptación ciudadana suficiente para legitimarse como gobernador en 2004.
Durante su gestión, el mandatario poblano ha sufrido todo tipo de embestidas, hoy más que nunca empieza notarse la ausencia de poder en la antesala de su partida. Y es que sin duda, su administración, una de las más accidentadas, al grado de ganarle el mote de “gober precioso”, le gano simpatías y enemistades, colocándolo bajo la lupa y el escrutinio de los medios nacionales de comunicación, lo que despertó en el ciudadano la inquietud por conocer el trabajo y logros alcanzados en los gobiernos estatales, revolucionando así la cultura de transparencia y acceso a la información pública en el país.
Pero quizás el principal problema del marinismo es que no cumplió su palabra, ya que luego de generar muchas expectativas basadas en un discurso de redención y trabajo en pro de lo que él denominara “la armonía y dignidad de nuestra convivencia social”. Hoy en la recta final de su mandato pocos han sido sus resultados: más de la mitad de los poblanos sufren de desempleo; tan sólo durante sus primeros cuatro años de gestión según el análisis del Instituto de Evaluación y Medición de Marginación y Pobreza del Estado de Puebla la pobreza alimentaria aumentó en más de medio millón de personas. Por su parte, el índice de transparencia de la información del federalismo fiscal, indicador utilizado para evaluar la congruencia entre las promesas reflejadas en el Plan Estatal de Desarrollo y la realidad de las acciones ubicó en 2008 a la entidad en el onceavo lugar. Así también, el índice nacional de corrupción y buen gobierno elaborado por Transparencia Mexicana, ubica a la entidad en el deshonroso 4° lugar del ranquin nacional. Si vamos al tema de la educación, veremos que de acuerdo a cifras de la fundación IDEA los poblanos tienen bajos niveles de educación, con calificaciones reprobatorias en matemáticas y lectura. Asimismo, la Fundación Este País al evaluar el índice de la economía del conocimiento por entidad federativa, es decir, aquella cuyo funcionamiento se sustenta de manera predominante en la producción, distribución y uso del conocimiento y la información, ubica a la entidad por debajo de la media nacional en la posición 22.
De este modo el gobierno Mario Marín ha seguido una tónica paternalista con un matiz muy popular, mismo que caracterizó su administración en el Ayuntamiento de Puebla, no comprendiendo el hecho de que un buen gobierno debe orientarse de frente a la ciudadanía, alejado de corruptelas y prácticas clientelares, buscando una eficaz simplificación administrativa, fracasando así su principal eje rector denominado “Gobierno de Nueva Generación”, debido a que él marinismo no fue capaz de adelgazar la burocracia y promover una reingeniería de la administración pública como lo señalara en campaña; los trámites y procesos administrativos de todas las dependencias hoy inhiben la competitividad estatal y, por citar un ejemplo más, el gasto público ejercido a través de su programa insignia “Unidos para Progresar” es al día de hoy dudoso en sus resultados y más aún en la transparencia de su desglose debido a la discrecionalidad y falta de reglas de operación que este tiene.
Vemos de este modo que a lucha enfurecida de actores por tener o conservar el poder no es ajeno a Puebla y ha impedido avanzar en una profunda reforma política que cimiente una cultura más amplia de conciencia, responsabilidad y sobre todo ética pública. Durante su mandato, los poblanos hemos sido testigos mudos de los cambios de paradigmas en el poder, de que la vieja fórmula de desarrollo económico y social, bandera que fuera durante años una variable decisiva en los resultados electorales, hoy en día a quedo en el anecdotario electoral del 2004; aunado a ello, resulta obvio que el impulso que diera el marinismo a las practicas clientelares y corporativas como resquicios de feudalismo moderno en regiones como la mixteca y la sierra poblana le permitieron al gobernador poblano justificar sus logros gubernamentales sin que la entidad haya evolucionado. Sin embargo, en la medida en que dichas prácticas han venido disminuyendo con la democratización electoral (y perdiendo su eficacia) la relación entre desarrollo social y abstencionismo se ha desdibujado en Puebla, permitiendo con ello que la democracia realice una función ciudadana cada vez más activa en la vigilancia y crítica de su acontecer social, misma que reflejo la inconformidad de los poblanos frente al mal llamado “gobierno de nueva generación”.
Como toda historia, la historia del marinismo ésta viviendo sus últimos años en el cenit de la política poblana gozando de los privilegios que sólo esta condición le atrae. Benito Jerónimo Feijoo, filosofó del siglo XVIII, señalaba al referirse a la imposibilidad práctica de la democracia que: “los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes. ¿Qué acierto se puede esperar, pues, de sus resoluciones?”, verdad que bien podría aplicarse al caso poblano en donde ha sido la ignorancia, la indiferencia y la demagogia la principal carta de presentación del gobierno marinista.
Cifras, cifras y sólo cifras halagadoras vemos fura de la realidad, cuando el apasionamiento político y los escándalos evidenciaron su incapacidad para ser el buen gobernante que esperaron los poblanos en 2004.
La administración marinista fue sólo eso, un suspiro de buenas intenciones para los poblanos que se agoto en la vanidad de las ilusiones.
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