El navegante florentino Antonio Pigafetta, quien acompañara en la aventura a Magallanes en su primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por la América meridional una crónica rigurosa que, sin embargo, parecía una aventura de la imaginación, esta quizás pueda ser la mejor descripción del sexenio marinista, un sexenio cargado de proezas fascinantes sin cumplir. Sus resultados son la mejor muestra de hacer lo menos con el menor esfuerzo posible; el sexenio marinista como ningún otro deja muchos pendientes así como a una clase política en la orfandad política pero nunca en la miseria económica, sus dádivas y prebendas personales serán su mejor legado así como la herencia de un partido político desquebrajado y desmoralizado ante la hecatombe que derrumbo no sólo esperanzas de su grupo político sino los sueños de un mejor destino para Puebla. Es así como se marca un precedente para Puebla, un antes y un después que eternizará la Puebla de los Preciosos.
Todas las criaturas de aquella realidad desaforada del marinismo hoy deberán ser sometidos al escrutinio público para explicarle a los poblanos cómo y en qué gastaron el dinero del erario público durante largos 6 años. Dónde quedaron las promesas de una Puebla mejor, con empleos y desarrollo, con transparencia y eficacia, sólo en la vaguedad de un discurso que nunca fue real. En seis años los indicadores de la entidad en el comparativo nacional en temas torales como desarrollo económico, social y político dejan mucho qué desear, a pesar de haber sido una administración que con mucha fuerza y legitimidad arribo al poder seis años atrás. Por citar algunos datos, el marinismo basó su visión de competitividad en bajos salarios, con inversiones que sólo beneficiaron a unos cuantos grandes empresarios. Según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, de 2005 a 2010 la población desocupada en la entidad pasó de 72 mil 581 a 93 mil 315, lo que representa una variación de 28 por ciento. El sexenio de Marín Torres también reprobó en materia de justicia porque no generó las condiciones para creer en las instituciones. Transparencia Gubernamental también fue uno de sus bemoles distintivos, 5.36, en una escala del 1 al 10, fue el resultado promedio que obtuvieron las páginas de transparencia en la última evaluación que llevó a cabo la CAIP. La Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) se ubicó en la posición más baja con 5.04, aunque la mayoría de las dependencias rondaron el 5.30. Esa fue la calificación que obtuvo la Oficina de la Gubernatura y la Secretaría de Finanzas y Administración (SFA), dos de las dependencias que más solicitudes han recibido, las que más recursos de revisión cargan a sus espaldas y las que más veces han sido denunciadas en la Contraloría por violar la ley de transparencia de manera reiterada. Así concluyo el sueño del oriundo de Nativitas, un sueño cargado de altas las expectativas ciudadanas que genero una desilusión inevitable.
El ejemplo del maninismo nos invita a reflexionar el hecho de que Puebla no tiene porque ser un alfil sin albedrío, ni su futuro tiene nada de quimérico que los designios de rumbo y originalidad que esperemos pueda imprimir la nueva administración, puesto que un buen líder, en algún momento, deja de ser un mero político -un funcionario gubernamental- para convertirse en una institución confiable.
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