Es innegable que en México vivimos la peor crisis d seguridad en la historia moderna del país, si bien los indicadores muestran que el número d homicidios x cada cien mil habitantes según datos de INEGI y CONAPO representan los mismos que el sexenio de Ernesto Zedillo, la realidad muestra que los grupos delictivos actúan hoy mas sangrientamente en contra de población civil inocente, esta forma de actuar cobarde e intransigente ha rebasado ya los estándares de paz y tranquilidad pública aceptables en cualquier sociedad de cualquier país que se precie de ser democrático, desafiando abiertamente al Estado y a sus instituciones.
Vayamos ahora a las causas, este problema que lápida a los mexicanos debido al entorno de miedo y desconfianza que a generado tiene sus consecuencias en primer lugar, debido a que la transición a la democracia acabó también con reglas no escritas que mantenían a los grupos delictivos y mafias de criminales al margen, o mas bien dichos a raya frente al Estado d Derecho y el respeto a sus instituciones, en segundo lugar, debido a que el mercado de las drogas amplios sus horizontes en México dado la capacidad de consumo que la sociedad mexicana adquirió en la última década; este fue el punto de quiebre que marca la debacle del problema al que se enfrentaron los 2 últimos presidentes de la república, el último de ellos quien decidiera actuar más activamente pese al costo político que ello hoy en día implica. No obstante lo anterior, es innegable que el problema se acrecienta frente a la opacidad de los gobiernos estatales y municipales debido a la corrupción que contaminó a las instituciones en todos los niveles, desde la Sedena, hasta las procuradurías y policías municipales, pero también, la sociedad ha sido parte de este problema si consideramos que se ha perdido el respeto a las autoridades y más aún los mexicanos no hemos sido conscientes de respetar a la Ley y a sus instituciones, al igual que la pasividad de la sociedad es cada vez mas constante, justificándonos errónea e irresponsablemente bajo el argumento de la crisis de representatividad que se vive con la clase gobernante y que es sólo obligación de la autoridad protegernos, para ilustrar lo anterior sólo observemos la conducta de las llamadas "ladys de Polanco" quienes en completo estado etílico retan abiertamente a las autoridades del D.F. pese a que su conducta ameritaba la obvia sanción. Si bien, podremos hoy cuestionar si la determinación del gobierno mexicano para combatir al crimen organizado es buena o mala, lo que no podemos criticar es la determinación de recuperar la tranquilidad de la sociedad mexicana con todo el peso de las instituciones para hacer que prevalezca el estado de derecho frente a grupos que carecen de las mas elementales formas de conducta, frente a criminales que actúan al margen de la Ley sin miedo a sus consecuencias. Esta convulsión del Estado mexicano obliga a respaldar la determinación del gobierno calderonista de cerrar filas para recuperar los espacios públicos bajo el irrestricto respeto de la Ley entendiendo que nada ni nadie puede estar por encima de esta y que las libertades publicas se acotan cuando se transgreden las libertades y derechos de terceros.
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