Interesante para el análisis resulta el discurso del “prohombre” Carlos Salinas de Gortari, quien recientemente visitó Puebla para hablar de las bondades de su última obra “Democracia republicana, ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadana” en la cual su autorenfatiza que para la mayoría de los mexicanos los tiempos que corren son de ansiedad, incertidumbre y temor. A esto agrega lo que él denomina la “década perdida” de oportunidades económicas y de esperanzas sociales frustradas, haciendo un llamado a los jóvenes “para rechazar las políticas públicas establecidas en la última década por el PAN”, señalando – con un excelente manejo histriónico de la retorica – que la problemática que enfrenta el país es producto del mal manejo de éstas.
Llama pues la atención que quien hoy critica el mal manejo de las políticas públicas en la última década sea el mismo personaje que llevó a México a la deriva, amparado en un discurso que pareciera ser más el reflejo de las filias y las fobias del gobernante que pesé a su auto – elogio fuera el responsable de despojar a ingente cantidad de mexicanos, al grado de no reconocer hasta hoy que su gobierno fracaso y que el modelo económico que impuso sólo beneficio a unos cuantos, mientas que la gran mayoría de mexicanos quedo excluida de los servicios sociales mínimos. Vilipendiado por unos y aclamado por otros. Siempre, en todos los caso, controvertido.
Y es que sin duda Carlos Salinas representa la culminación de la hegemonía priista, con sus límites y sus potencialidades, con la capacidad para reformar a su antojo la economía mexicana, y su incapacidad para frenar una serie de cambios sociales y políticos que comenzaron al inicio mismo de su sexenio, con la famosa caída del sistema, y terminaron en 1994 con la firma de un Tratado comercial hasta hoy controvertido y desventajoso para los productores nacionales; el levantamiento zapatista como reclamo ante la desigualdad y la corrupción; la dudosa muerte del candidato priísta a la presidencia de la república Luis Donaldo Colosio, y el estallido de la economía mexicana por los malos manejos de su gobierno.
Esa es la visión que hoy comparte con propios y extraños, una visión de mundo que pocos compartimos y mucho criticamos, por la dialéctica con la cual hoy pretende convencer y envolver en un nuevo sueño de redención que a lo mucho sólo ha demostrado que no hay altura en el debate de ideas entre los políticos mexicanos, tal como lo demostrará el precandidato que el mismo Salinas impulsa en su carrera a la presidencia de la república, un político que es reflejo de una sociedad con un nivel educativo de ocho años, carente de cultura y emotividad discursiva, – (sin menosprecio del desliz de otro de los suspirantes) – cuya mejor cualidad es la exaltación de la imagen física más que el nivel cultural para debatir y proponer ideas claras respecto a los granes problemas que aquejan al país.
De ser ésta una década perdida de oportunidades, como podríamos llamarle a los gobiernos de Echeverria a Salinas contaminados por la corrupción, la simulación y la utilización opresora del Estado para acallar las voces cambio; esta es la contradicción discursiva del prohombre que hoy aspira a ser intelectual.
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