México tiene todo para triunfar, para ser exitoso, para sacudir a la criminalidad de una vez por todas y darle a las nuevas generaciones mayores oportunidades de desarrollo y tranquilidad; lamentablemente el lastre de la corrupción y la medianía de gran parte de los gobernantes en los niveles locales hacen parecer aún lejano un México diferente. Este es el contexto en la recta final en el marco de la elección presidencial. Marco en donde el camino en el que estamos entrampados hace por demás riesgoso el futuro, toda vez que no se están satisfaciendo los requerimientos mínimos de empleo, seguridad, oportunidades e ingreso que justamente exige la población. Esta realidad nos exige pensar distinto, enfocar nuestros problemas de maneras novedosas. En una palabra: dejar de pretender la perfección que legítimamente anima a muchas de las propuestas de transformación grandiosa para abocarnos a resolver los problemas inmediatos que son urgentes y necesarios, más allá de las falacias y la retorica.
Bajo este contexto México no debe cambiar el rumbo humanista que iniciara hace 11 años y confundirse ante unas matemáticas que no comprenden o pretender creer en lideres mesiánicos que prometen una transformación sin saber de fondo lo radical que éstas serían. Así pese a los retos que como país enfrentamos, según las tendencias mostradas en las encuestas, el PAN iniciará la contienda electoral con una candidata presidencial rentable en términos electorales y cuya oferta de campaña garantiza la continuidad del rumbo marcado con la transición y destierro de las prácticas corruptas que tanto han lastimado a la sociedad mexicana. Con la elección de Josefina Vázquez Mota como candidata a la presidencia, el PAN cambió la historia de México. Con la contundencia del resultado (más del 50% para la ganadora), los panistas construyeron una candidatura fuerte.
Vázquez Mota tiene ahora la oportunidad de cambiar la dinámica de la elección y abrir un nuevo frente de discusión. Sus principales atributos se pueden apreciar en su paso por dos secretarías y por el congreso como líder de su bancada. En esos tres puestos mostró, primero, que es una gran ejecutiva que sabe definir objetivos y reclutar al mejor equipo independientemente de pertenecías partidistas o preferencias ideológicas. Segundo, tanto en educación como en desarrollo social evidenció un enorme sesgo hacia la institucionalización del poder y del gobierno y a combatir la corrupción: eliminó el componente clientelar en los mecanismos de lucha contra la pobreza y negoció una ambiciosa reforma que eliminaba la compra-venta de plazas de maestros y compensaba a los maestros en función de la mejoría en el desempeño de los niños en exámenes estandarizados, ambos anatema para el sindicato. En el Congreso fue una constructora de acuerdos entre los partidos y logró la aprobación de la abrumadora mayoría de las iniciativas del ejecutivo.
Hoy podemos los mexicanos ganarle a la mediocridad y pensar con alturas de miras para construir un mejor país alejado de la mediocridad como lastre que nos impide ver más allá como país, y este proceso electoral próximo a iniciar puede ser una buna oportunidad para cambiar los paradigmas.
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