Mucho
he referido en columnas anteriores sobre el bajo perfil que tiene la gran
mayoría de legisladores en el Congreso Estatal,
tanta mediocridad es por demás ocioso referirla, sin embargo, llama la
atención que como sucede en muchas otras actividades públicas,
los legisladores predican mucho y practican poco.
Y es
que resulta irónico observar su actuar
luego de que fuera expuesto en tribuna
el audioescándalo del alcalde capitalino Eduardo Rivera por el Diputado Gerardo
Mejía, en el cual se evidencia la estrategia electorera perfilada por la
llamada nomenclatura de la derecha poblana bajo el discurso de “lealtad institucional a cambio de estabilidad laboral”.
Este
pronunciamiento que generó enconos entre
los guardianes de la fe y las buenas costumbres, resulta por demás inverosímil ya que el hecho de que los legisladores
denostaran la postura del diputado Mejía al señalar que se violento un acuerdo
político de no intromisión de las elecciones federales, es muestra de la
ignorancia de quienes ello argumentan y denota la falta de claridad en cuanto
al estatuto del legislador; más aún, su timorata incomprensión de que el poder
legislativo es el órgano de representación política y deliberación por
excelencia, es resultado de tener
personajes de poca monta representándonos en el congreso estatal. Si bien la
postura del diputado Mejía es discutible en cuanto a sus alcances, es
completamente legal ya que su sola representación jurídico – política le confiere la libertad para someter a juicio
del pleno un asunto público, que no es menor, la intromisión de una autoridad
en la orientación del voto de servidores públicos.
La
falta de timing político de la
mayoría de legisladores panistas, así como uno que otro despistado de la
fracción del PT y PRD, es muestra de ineptitud, candidez o complicidad con ciertos cotos de poder que
hoy predican aquello que criticaron.
Ello refleja que en Puebla la
conveniencia política hoy en día es más importante que la discusión política,
máxime cuando una autoridad dispone de los medios y estructura burocrática que
tiene a su alcance para favorecer un proyecto en el cual tiene más que
intereses personales comprometidos, su futuro político. Si bien el alcalde de Puebla se debe a un
instituto político, ello no debe ser justificante para utilizar los recursos públicos
y el aparato burocrático para orientar el voto de los capitalinos a favor de la
candidata Josefina Vázquez Mota, la cual hasta hoy no ha sido capaz de generar
una campaña asertiva y cuya única posibilidad de triunfo dependerá de una alta
negociación con actores políticos fuera de cualquier análisis académico e
interpretativo.
Lo
cierto es que las consecuencias de esta situación sin duda tenderá un elevado
costo político para el alcalde ya que su futuro político depende en gran medida
de los resultados electorales que entregue a sus mentores, los cuales según se
observa en las encuestas y sondeos no
serán tal halagüeños. Por ello, el tema llevado al pleno por el diputado Mejía al solicitar la separación
del alcalde es apenas la punta del iceberg que parece comenzar a desmoronar la
figura caricaturesca de un personaje hecho para obedecer.
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