Doce años no fueron suficientes
para conocer las fibras finas del poder, para estructurar un aparato
gubernamental que diera continuidad a aquello que llamarón “Humanismo
Político”, para hacer realidad el prolegómeno de una “Patria Justa y Ordenada”.
Bastaron doce años para echar por
la borda los principios libertarios que conminaron a los 7 sabios dar vida a un
partido político que se preció de ser democrático.
Hoy Acción Nacional vive la peor
de las derrotas, la derrota del abandono ciudadano a sus ideales y a su
proyecto político. Un proyecto político que parece estar completamente fuera de
lugar y más aún alejado de la agenda gubernamental, subsumido por intereses que
parece premiar las derrotas más que el triunfo y que se ha acogido a los
designios del poder por encima de cualquier interés social.
Nada bueno podía esperarse de
aquellos que condujeron el país a lo largo y ancho del país bajo las siglas de
Acción Nacional, políticos que en su formación recibieron un adoctrinamiento
orientado a la extrema Derecha y cuya disciplina es la obediencia a ciegas, que
no demostraron estar calificados ni
tener las aptitudes propias para gobernar, pues privilegiaron los caprichos más
que la política, generando disensos más que acuerdos. Su única moral, aquella
en la que fueron educados, está demostrado que es bastante alejada de valores
como la honestidad.
Más aún, la formación de nuevos
cuadros y la actualización de una plataforma política no parece ser un punto
trascendental en su renovación y su proyección ideológica se agoto con el
triste deceso de Alonso Lujambio.
En el PAN hay una incapacidad
total para comunicarse y transmitir lo que quiere no sólo como Partido sino
también como Gobierno, pues siempre se han escudado sus dirigentes en buscar
culpas y culpables más que en aceptar con humildad sus yerros; muestra de ello es
la depuración al padrón de militantes y los escándalos que han caracterizado a
los cercanos del Presidente Calderón con un tema que inicio desde el sexenio
del pusilánime Vicente Fox – la corrupción de los casinos en México – esta es
la realidad de un partido que se ha dejado llevar por vaivenes de las
circunstancias del juego de poder.
Hoy el camino al futuro es
sinuoso y largo para volver a ganar un espacio privilegiado de la política
nacional, un espacio en donde la democracia interna que lo caracterizó sea
nuevamente su principal baluarte, en donde su actuación como oposición sea de
crítica más que de complacencia, en donde la renovación no sólo sea una
renovación del discurso sino una renovación profunda en sus ideales y
proyección de futuro como una opción rentable para los ciudadanos, más aún su
responsabilidad como acción de gobierno eficaz en los estados que hoy gobierna.
Muchos son los retos, muchos los
responsables de su fracaso y al final el gran perdedor sigue y seguirá siendo
la ciudadanía.
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