Frank Luntz decía que la palabra es poder y que
cualquiera puede aprovechar el poder de las palabras para manipular,
coaccionar, direccionar acciones e incluso incidir en el voto de los
electores. Todo depende del objetivo y este en muchas ocasiones, como también
decía Luntz, es persuadir. Él decía que lo importante no es lo que decimos,
sino lo que la gente entiende. Y cabría preguntarse, ¿qué ha entendido el
Tribunal Electoral de las palabras de los políticos?.
Comento lo anterior en razón del reciente fallo
emitido por los nobeles integrantes del Tribunal Electoral del Estado de
Puebla, por el cual ordenaron modificar el nombre de la coalición local “Mover
a Puebla” y con ello enmendarle la plana – como dijera el clásico – al
Revolucionario Institucional.
Los Magistrados del Tribunal Electoral del Estado, aquellos
que recientemente fueron designados por la agencia de colocación instalada en
la LVIII Legislatura, estimaron que el uso del nombre “Mover a Puebla”, incide
directamente en la equidad de la contienda, permitiendo que los institutos
políticos integrantes de la misma (PRI-Verde Ecologista), se beneficiarían del
posicionamiento y difusión, del programa federal “Mover a México”, que entre
otros ejes contempla la cruzada nacional contra el hambre. Bajo este
supuesto los letrados argumentan, según el boletín de comunicación 06 (dado que
en su portal sólo pueden ser conocidos los resolutivos hasta el 2012),que la
conexidad con el nombre que a primer golpe genera la voz “Mover”, domina en la
imagen de los emblemas políticos, tanto de la coalición como del programa
social, por lo que resulta contrario a la legalidad que la alianza electoral,
obtenga una ventaja frente a otros valiéndose del uso de una frase similar a la
que identifica a esos programas – nada nueve en este país.
La falta de tino de los magistrados estriba no en
el supuesto de que con el nombre “Mover a Puebla” los partidos puedan incidir o
persuadir el voto de los poblanos bajo las acciones que actualmente emprende el
gobierno federal, sino a que el planteamiento realizado es erróneo al afirmar
que el slogan “Mover a México” constituye un programa federal, cuando en
concreto se trata de una estrategia de comunicación social utilizada por la
Presidencia de la República, como lo hiciera seis años atrás Felipe Calderón con
la Estrategia “Vivir Mejor”; este sutil juego de palabras que será el que
defina la estrategia del Plan sexenal de Enrique Peña Nieto, no es un programa
institucional ni puede considerarse serlo, la denominación “Mover a México”
constituye únicamente un elemento más en comunicación, un mensaje sin duda
cargado de poder. Y eso, los estrategas del mandatario federal lo saben muy
bien, ya que el PRI, no ilusionaba, ni convencía a sus votantes, por lo que
requería de un discurso cargado de emotividad y que hoy incita a la acción,
como lo sostiene Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez, actual Director en Jefe del
Registro Agrario Nacional, quien recientemente señaló que “Mover a México” no
es un slogan ni una frase de marketing, sino es un proyecto que pretende dar un
impulso definitivo, a todas las estructuras del país. En este sentido los especialistas señalan que la campaña Mover a México está enfocada a crear un ánimo nacional proclive al cambio como sinónimo de moviemiento, salud, progreso y bienestar.
Los estrategas de comunicación desarrollaron esta campaña copiando al antropólogo Clotaire Rapaille, un mercadólogo y publicista frances que cobró notoriedad, a partir de haber desarrollado la noción de "Código cultural". Desde que el mercadólogo francés identificó que el código para la salud y el bienestar es la idea de Movimiento, muchas campañas de imagen institucional han explotado el concpeto. Marcelo Ebrad por ejemplo utilizó el prolegómno: "Capital en Movimiento". Acción Nacional también se ha
valido acertadamente de ese discurso motivador con la denominación que ha dado
recientemente a sus diputados federales como:“Ciudadanos que movemos a México”.
De este modo, la proliferación abusiva en el uso del concepto habla de la creciente influencia del llamado neuromarketing. Y, en el caso mexicano, del oportunismo y desfachatez con que las agencias de imagen copian estrategias que seguramente venden a los políticos mexicanos como originales. El problema es que a todos venden lo mismo y por eso se producen disputas por lemas como el que hoy acontece en Puebla. Lo malo es que se trata de un cuento muy visto de nunca acabar.
Comentarios
Publicar un comentario