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Me dueles México.



La putrefacción de las instituciones en México, particularmente en el Estado de Guerrero, es  reflejo de una descomposición social que ha venido incrementándose desde el involucramiento del crimen organizado en las estructuras de autoridad legalmente constituidas; el déficit y debilidad institucional hoy son reflejo de la corrupción, hipocresía  e incompetencia de una clase política subsumida en la ambición.

La desaparición de 43 jóvenes en Ayotzinapa, es sin duda, la mayor  tragedia del presente siglo en el país por la forma en que esta ocurrió y constituye sólo la punta del iceberg de la impunidad que permea en todos los ámbitos de gobierno. Los hechos sucedidos en Ayotzinapa, de ser corroborados, bajo las circunstancias que ha hecho públicas el sacerdote Solalinde, son motivo suficiente para la dimisión de varias autoridades ante su incapacidad para hacer frente ante hechos que revelan el abuso de poder de parte de policías municipales, quienes sin juicio previo coartaron de su libertad a jóvenes estudiantes a quienes vejaron con suma barbarie.

La deshumanización de las personas es un hecho que no debe pasarse por alto, ya que es el inicio del totalitarismo en cualquiera de sus facetas, y es ineludible la responsabilidad de las autoridades ante una masacre en las dimensiones que se han ventilado en la opinión pública. Es de lamentar que un Estado que ante los ojos del mundo se precia de respetuoso de los derechos humanos, simple y sencillamente ha demostrado su incompetencia y la retorica de un discurso lleno de buenos propósito para sólo ocultar una realidad, y es que las cosas en materia de seguridad en México están peor que nunca.  Las instituciones encargadas de brindar seguridad a la sociedad, actúan arbitrariamente, sin reglas, en completo abuso de autoridad, dilapidado derechos humanos,  matando a ciudadanos inocentes.  

Pareciera que Tlateloco en 1968 no nos enseño nada.  Por ello, me duele México ante tal impunidad que no debe quedar en investigaciones tortuosas que solo lleven a evadir la responsabilidad de los culpables de las atrocidades que acontecen reiteradamente.

Ser sensible a la opinión pública, sin duda, es condición necesaria pero no suficiente para hacer justicia en un país sumido en la violencia, repleto de fosas con decenas de cadáveres, asesinatos impunes y una larga lista de personas desaparecidas.

Hay que decirlo tal cual, la negligencia e ineptitud  de la clase política mexicana es una constante que debe cambiar, la cooptación de las instituciones por parte del crimen organizado se debe defenestrar  de forma urgente si queremos paz y estabilidad social, la impunidad no debe ser la constante en un país que clama justicia. Así resulta pernicioso pensar que solo con modificaciones a las leyes, designación de comisionados especiales o la sola desaparición de poderes, serán la solución ante el grave problema de inseguridad y violencia que vive el país. Sin duda un reto mayúsculo que requiere humildad para aceptar que las cosas no van bien y que la corrupción ha permeado en todos los niveles de la sociedad, una sociedad que merece el respeto y cumplimiento de la ley como garantía de estabilidad.

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