EL CASO MEXICANO: LA RENDICIÓN DE CUENTAS DESDE LA ÓPTICA DEL LEGISLADOR Y SUS IMPLICACIONES EN LA CORRUPCIÓN.
Muy buenas
tardes, agradezco primeramente la deferencia de la universidad por su
generosidad para invitarme a participar este día con ustedes, me encuentro
profundamente emocionado de ser comunicante de una jornada que sin duda deseo
siente precedentes que irán más allá de la academia para generar políticas
públicas y dará pauta a acciones sociales que trascenderán.
Debatir sobre la
Calidad de la democracia, la transparencia y la lucha contra la corrupción es
un desafío intelectual de enormes proporciones al ser los tres temas vitales
para el presente y futuro de las democracias contemporáneas, temas todos ellos
que se entrelazan uno al otro y sus efectos repercuten en la vida diaria de las
personas en muchas latitudes.
En este sentido
quiero partir por compartir con ustedes que el desencanto ciudadano, el déficit
representativo, la maximización de las nuevas tecnologías y el cambio de
paradigmas nos acercan a la necesidad de una nueva gobernanza mundial. Gran
parte del descontento ciudadano es originado por la corrupción, variable de
estudio tan compleja como delicada por las diversas aristas que su análisis
requiere.
Partamos por
señalar que una sociedad corrupta, no puede sino ser una sociedad injusta, un
lugar en el que la honestidad y la transparencia se ausentan para privilegiar
el secretismo y el utilitarismo económico, dando pauta a una serie de
desafecciones sociales que generan no sólo la descomposición del Estado de
Derecho sino también dan pauta a la impunidad.
En este ejercicio
de reflexión el caso mexicano nos ayudará a ilustrar como la falta de rendición
de cuentas ha permitido, en apariencia, la victoria de la corrupción y el
debilitamiento de las instituciones representativas.
El combate a la
corrupción debe por tanto, no partir de la retorica oportunista de los actores
políticos en turno, sino debe ampliar su visión a los aspectos éticos del
diseño normativo como premisa original, hasta llegar a los niveles operativos.
Ese nivel primigenio se encuentra en el gen del debate parlamentario, ausente
de mecanismos claros de rendición de cuentas, para dar un enfoque
claro al problema que permita racionalizar mejores soluciones.
Hoy lo que las sociedades demandan son respuestas acertadas
ante cuestionamientos diversos; en suma, la insatisfacción ante pocas
expectativas de futuro fundadas en una deficiente gobernanza, ante la
persistencia de prácticas autoritarias y excluyentes que toleran la corrupción
y la impunidad.
Es lamentable que más de dos terceras partes de los
ciudadanos del mundo no creen ser gobernados democráticamente.
Vista así la realidad, pareciera que ésta nos ha rebasado y
que el futuro no es muy halagüeño para las nuevas generaciones. El caso
mexicano nos alecciona y nos indica que el 66% de sus ciudadanos piensan que
las leyes no sirven para nada, mientras que el 42% señala que la democracia,
aquel arcaico concepto diseñado por los griegos, no satisface sus expectativas.
Esto nos lleva a un segundo planteamiento, que es la
aceptación social de los comportamientos corruptos para congraciarse de
beneficios inmediatos fuera de la ley.
De forma que en una primera aproximación, podríamos señalar
que el cambio de mentalidad debiera ser una condicionante de la erradicación
del comportamiento corrupto, condición necesaria pero no suficiente. Esta hipótesis
nos invita a una reflexión más, el actual sistema de regulación de diversos
aspectos de nuestra vida no se encuentra en armonía con la realidad que nos acontece.
Hagamos una pausa hasta aquí para reflexionar brevemente en
algunos puntos de contacto, que a juicio
del proponente comparten España y México, elementos que nos ayudaran a
comprender mejor el imaginario del comportamiento corrupto que padecen ambos
países.
Cárles Ramió lo ha expuesto de modo magistral… Y es que sin
duda, el comportamiento corrupto parte en el imaginario colectivo desde las
entrañas del poder, variable que evidencia el desencanto de la sociedad para
con sus gobernantes. Alcanzar una posición de poder parecer ser, empíricamente,
una empresa más de carácter económico que de alcance ideológico a pesar del
surgimiento de nuevos lideres mesianicos, por lo que la inversión en los costes
de campañas electorales en ambos países es a primera vista un factor que
incentiva y propicia la corrupción con el propósito velado no sólo de obtener
prebendas electorales a partir del financiamiento electoral con recursos de
procedencia dudosa sino de utilizar esa posición de poder de mercado para
obtener lucros indebidos; el gravoso coste de la democracia electoral
contemporánea ha orillado a la práctica cada vez más común de comprar votos
para obtener un cargo público y con ello asegurar posiciones de poder. Este escenario, nos lleva a un segundo
elemento del imaginario, la idea de que el ocupante del cargo público se
encuentra en la posición clave como agente corrupto para permitir la comisión
de negocios lucrativos ilícitos.
Aquí entra uno de los elementos del imaginario colectivo más
difíciles de explicar, la generación de beneficios sociales y la aparente
consecución de resultados que impactan en la sociedad mediáticamente a corto
plazo, aunque a la larga sus efectos sean más nocivos que los beneficios
obtenidos, degradando la calidad de las estructuras de gobierno al igual que
las condiciones sociales de una comunidad, lo anterior, da pauta al imaginario
colectivo de presumir la idea de la inevitabilidad de la corrupción y aceptar que las reglas del juego son estás, y, por lo tanto,
cumplir con la legalidad parece ser la excepción.
Todos estos elementos, parecen estar enraizados en el
imaginario colectivo de nuestros países y ser parte de las reglas del juego no
escrito que permite a unos escalar en el entramado institucional o simplemente
obtener una posición económica mucho mejor.
Con ello quiero dejar la idea de que las percepciones de españoles y mexicanos
sobre la incidencia de la corrupción en las instituciones públicas es un primer
común denominador; agreguemos a éste, la percepción generalizada de que la
mayoría de los políticos están insertos en el medio para obtener privilegios en
detrimento del bien común, muchos barómetros nacionales e internacionales dan
cuenta de ello, y sería innecesario en la presente exposición aludir a ellos.
Así, el desafecto hacia la política [y por ende a sus
gobernantes] evidente en
los estudios de opinión, y su reflejo en el comportamiento electoral [traducido
en apatía y abstencionismo electoral] son resultado de la distancia que
perciben los ciudadanos entre su ideal democrático (basado sobre todo en la
idea de igualdad) y sus recelosas expectativas sobre la realidad de la política
democrática.
En medio de las mayores crisis de seguridad, los temas de
corrupción e impunidad vuelven al debate público mexicano, trece años han
pasado luego de la primera alternancia en la Presidencia de la República. Tras
el triunfo de la oposición sobre el hegemónico régimen del Revolucionario
Institucional en el año 2000 devino una serie
de reformas [incipientes] sobre transparencia en el ejercicio de gobierno,
mismas que no fueron suficientes al
grado de acabar ensombrecidas ante el incremento de la violencia y el avance de
los cárteles de la droga. Durante la alternancia, el impulso a un sistema más
eficaz de Transparencia se convirtió en una de las herramientas más idóneas
para conocer el actuar corrupto y simulado de las autoridades. Sin embargo, la
transparencia no fue en sí el fin último, al no ir de la mano con una reforma amplia
que definiera la rendición de cuentas y el combate a la corrupción, como
políticas estrategias tendientes a reducir la ilegalidad, fortalecer y
eficientar las acciones del gobierno, y mejorar la calidad de vida de los
mexicanos.
Hoy, México vive una grave crisis de legitimidad de sus
representantes como resultado de permitir el contubernio entre autoridades
electas y el crimen organizado y agregaría para no olvidar la último crisis
mediática en México, la existencia de conflicto de intereses con amplios
sectores de la iniciativa privada para obtener importantes y lucrativos
negocios; el proyecto de reformas emprendido por el actual Presidente Peña
Nieto, es sólo una nueva carta de navegación que quedará inserta en el papel de
no lograr operacionalizar sus preceptos, su implementación requiere [per se] de habilidades distintas a la
práctica de negociación de votos en las cámaras legislativas, es decir, de
operación política, y en segundo lugar de capacidad para gobernar.
Quizás antes de
avanzar en el debate de un Sistema Nacional Anticorrupción, México debe de
centrar el debate en la exigencia de tener mejores gobernantes, representantes
que rindan cuentas honestas de sus actos; recuperar la dignidad de la política
es vital y debe constituir el primer paso para defenestrar la corrupción y la
impunidad en el actual modelo democrático, de nada servirán mecanismo de
gobiernos abiertos sin una auténtica transparencia y accontability real, alejada de la simulación, la hipocresía y
la proyectiva electoral de los actores en turno para perpetuarse en el poder.
En este sentido,
cuál es el objetivo…
Construir un
sistema político moderno y democrático
ó solo salir del
paso.
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