Hemos sostenido que la impunidad y la percepción perniciosa que los mexicanos tenemos de ésta es cada vez más grande al ver una gran cantidad de escándalos de corrupción y conflicto de intereses, sin que nadie sea sancionado. En el debate público se discute vagamente y sólo como campaña publicitaria, la creación de un nuevo modelo anticorrupción que de respuesta mediata a la reforma constitucional sobre la materia. Lo cierto es que ésta, únicamente ha servido para dirigir denuestos del gobierno hacia la oposición y viceversa, de cara al proceso electoral a celebrarse en cuatro meses. La energía discursiva de los actores políticos se agota en llenar su boca de ideas difusas sin ganar incluso el aplauso del respetable, acrecentando cada vez más entre la ciudadanía la desconfianza, el hartazgo y la convicción de tener una clase política enraizada en la corrupción, como parte de un modus vivendi permanente, sin atender el deseo de cientos de mexicanos de tener un gobierno honesto y respetuoso de la ley.
Atacar la corrupción de verdad requiere de “limpiar la casa” y si el gobierno federal desea dar muestras contundentes de rectitud y transparencia para ser congruentes entre lo que dicen y supone hacer, debería explicar y reconocer que existió un conflicto de intereses en la compra de bienes raíces a empresas constructoras que hoy se han visto privilegiadas con importantes contratos públicos, de lo contario sólo se multiplicará esa percepción de un gobierno propenso a incorporar a la vida política, lo que podríamos llamar la cultura del engaño, la maquinación y la opacidad, en vez de enfrentar la verdad y tomar acciones rápidas y eficaces contra la corrupción, reconociendo sus yerros y pidiendo la dimisión de algunos de los altos funcionarios, cuyo actuar ha sido duramente cuestionado, lo que daría muestra de sensatez y sometimiento de su actuar a la responsabilidad política – circunstancia que para ser honestos nunca acontecerá.
Vayamos a una realidad más, romper el circulo de la corrupción que prima en México debe iniciar por reconocer lo arraigado que ésta se haya en los círculos de poder, nombrando y castigando de manera ejemplar a los corruptos, no sólo dando muestras loables de buenas intenciones al nombrar luego de dos años a un contralor que acatará sólo las ordenes de su superior.
Del cinismo discursivo debemos transitar a la acción conforme, contundente. Algunos escépticos diremos simplemente que ello es imposible que suceda, dado que pareciera que en México no hay voluntad para trasformar la realidad; nuestra sociedad esta inmersa en la corrupción, en particular, los abogados entienden al sistema corrupto judicial y penitenciario, los contadores entienden los juegos ilícitos para evadir auditorias y burlar al fisco, la gente de negocios sabe del sistema corrupto de compras y contrataciones, los ciudadanos – en lo general – conocemos cómo el soborno y el tráfico de influencias da forma a los servicios que recibimos o no recibimos.
México merece algo mejor, pero mandar un mensaje de que las reglas del juego han cambiado, como aconteció con la detención y procesamiento de ex líder sindical Elba Esther Gordillo por presunto lavado de dinero, suena hueco, al darse a conocer componendas que priman al interior de la casa de gobierno con empresas privadas en la licitación de cuantiosas obras públicas.
Por todo ello, quizás sea buen momento para hacer uso de los mecanismo de democracia participativa como la iniciativa popular contra la corrupción gubernamental; Leo Zurckermann ha lanzado un reto interesante, y al cual adhiero impulsar el mecanismo de boletas de calificación ciudadana con indicadores cualitativos y cuantitativos para medir el desempeño de nuestros gobernantes; si ya de por si es costosa nuestra democracia, agreguemos a está un ejercicio orientado a tener un diagnóstico claro sobre el desempeño de nuestras instituciones y gobernantes, en vista de que mecanismos como la consulta popular, que se busco inducir en 2014 sólo atendiera a coyunturas pre-electorales de posicionamiento político que en nada abona al fortalecimiento democrático que México merece.
Reivindicar el ejercicio de poder a través de un gran movimiento ciudadano es una solución clara frente al pusilánime actuar de nuestros políticos. Parafraseando al ex - presidente colombiano, Álvaro Uribe: los políticos solamente entienden la necesidad de cambio cuando un gran movimiento ciudadano lo impone. Por eso, es de gran trascendencia que la ciudadanía mexicana reaccione de su letargo para jugar un papel más determinante en la vida pública, en la vida de un país con un Presidente que no entiende que no entiende y pasar de los aplausos a los loas en la lucha contra la impunidad y la corrupción que tanto daño hacen a México.
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