Ha sido honesto. La serenidad de sus palabras han calado en fieles
y no creyentes. El líder de la Santa Sede se ha transfigurado para hablar sin
tapujos, para decir lo que muchos saben pero pocos no se atreven a expresar con
tanta claridad: la violencia, el narcotráfico y la corrupción corroen a México.
Y va más allá, al afirmar que las tentaciones laceran el
desarrollo de una nación cuya principal riqueza se halla en sus jóvenes, así lo
ha manifestado el jerarca de Roma, llamándolos a dejar la inacción para ser
participes de la transformación y la renovación de su país, una nación que
divaga en la idealización y el materialismo. Reflexivo, ha sentenciado ante las
élites mexicana la necesidad de invertir en capital humano como fuente de
estímulo para encontrar nuevas formas de diálogo y generar puentes
imperecederos de compromiso solidario para hacer frente a la veleidad del dinero,
la fama y el poder, que solo ahondan las
desigualdades.
El Papa Francisco no ha cesado en su crítica, con la sensatez que
le caracteriza, ha hablado con sensibilidad de los problemas dentro y fuera de
la Iglesia, ha llamado a sus purpurados
a transparentar el ministerio de la fe; ha sido franco, recordándoles los
principios de la religión y exhortándolos a dejar la opulencia para seguir el camino de la humildad
y la misericordia.
Su congruencia nos invita a reconocer que la construcción del
moderno Estado mexicano debe cimentarse en una auténtica política humana y no
en meros espejismos electorales que hoy en día nos son tan cotidianos. Su
mensaje, es un llamado a la concordia, al entendimiento de que una sociedad en
la que nadie sea excluido por descarte sea la escancia de todas sus políticas.
Ahí están las palabras y los mensajes de la visita pastoral de un
hombre, que como nosotros, se dice así mismo pecador. La reflexión y el
significado de sus palabras ahondan el debate de lo público, el debate sobre
los muchos mexicos dentro de México; palabras que no pueden menospreciarse, sino
por el contrario deben valorarse y aceptarse en su justa dimensión, pues más
lamentable será tener oídos sordos ante una realidad que debe cambiar, si de
verdad queremos hacer algo por nuestro entorno y nuestra sociedad.
@GTorreblank
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